Unos 700 mil rohingyas tuvieron que abandonar sus hogares y refugiarse en Bangladés. Hoy, los refugiados piden que los responsables rindan cuentas y ayuda para volver a su país de origen. A continuación les contamos la historia de uno de los afectados.
Rashida Begum abandonó su hogar en Myanmar en agosto del año pasado. Ella tenía un bebé y estaba embarazada cuando tuvo que cruzar la frontera hacia Bangladés.
Rashida ahora vive con su familia en el campamento de refugiados de Kutupalong, en Cox’s Bazar (Bangladés), entre unos 700 mil musulmanes rohingyas que se han refugiado allí desde que estalló la violencia en su país.
Cox’s Bazar, es el campamento de refugiados más grande del mundo. El dengue, la difteria, el cólera y la fiebre tifoidea son desafíos constantes con los que refugiados como Rashida se encuentran en este ambiente estrecho. Pero lo que más le preocupa a Rashida, como madre, es el futuro de su hijo Omar, que ha nacido entre la miseria del campamento.
Myanmar dice que está listo para el regreso de los rohingyas y que ha construido centros de tránsito para recibirlos. La idea de volver a su país de origen sin garantías suficientes genera pánico entre los refugiados. Sobre todo, entre aquellos que vieron cómo el Ejército de Myanmar mató a familias enteras.
En noviembre pasado, los Gobiernos de Bangladés y Myanmar firmaron un acuerdo de repatriación, mediante el cual, los rohingyas serían devueltos al estado oriental de Rajine. Sin embargo, los detalles del pacto no se conocen bien. Los rohingyas piden garantías y hasta que no las haya, prefieren vivir en la miseria de Cox’s Bazar.
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