Publicada: lunes, 1 de diciembre de 2025 9:47
Actualizada: lunes, 1 de diciembre de 2025 20:32

La visita del canciller turco Hakan Fidan a Teherán refleja un pragmático recalibramiento de la relación bilateral, donde ambos países buscan estabilizar su rivalidad histórica ante las crecientes presiones del escenario internacional y las transformaciones en los equilibrios de poder regionales.

La visita de Hakan Fidan, el Ministro de Asuntos Exteriores Turco, a Teherán se inscribe menos en el ritualismo diplomático que en una cuidadosa operación de alineamiento estratégico entre dos potencias que han aprendido a gestionar su rivalidad sin desbordarla. 

En sus reuniones con su homólogo iraní, Abás Araqchi y con el presidente Masud Pezeshkian, el ministro turco se movió en un terreno donde la frontera entre competencia y cooperación es cada vez más porosa: comercio, energía, seguridad fronteriza y coordinación frente a crisis regionales pasaron a formar parte de una misma conversación sobre cómo asegurar margen de maniobra en un entorno post estadounidense en Asia Occidental.​

Lejos de los giros grandilocuentes, el mensaje central fue de normalización estructural: consolidar el Consejo de Alto Nivel, ampliar los pasos fronterizos y traducir en mecanismos estables una relación que, durante años, ha oscilado entre el cálculo frío y la desconfianza. La idea de un “hoja de ruta” económica de decenas de miles de millones de dólares y la coordinación en torno a la cuestión nuclear iraní apuntan a un vínculo que aspira a ser menos reactivo y más prcedecible, especialmente en materia de sanciones, infraestructuras y conectividad regional. 

La visita también refleja una lectura compartida del nuevo tablero: un Asia Occidental definida por una multipolaridad competitiva, donde Teherán y Ankara se ven obligadas a combinar disuasión, resiliencia económica y diplomacia flexible. La coincidencia a la hora de identificar a Israel como un factor central de inestabilidad y de subrayar la prioridad de la estabilidad regional sugiere que, más que un eje ideológico, lo que emerge es una convergencia pragmática sobre cómo navegar la transición desde un orden dominado por Estados Unidos hacia uno más fragmentado.​

El viaje de Fidan, un veterano de los servicios de inteligencia turcos con un profundo conocimiento del dossier regional, puede interpretarse como la culminación de un proceso de "reajuste arquitectónico" en la relación bilateral, un proceso que, a pesar de las presiones estructurales externas y las ambigüedades geopolíticas, ha logrado mantener un curso notablemente estable y predecible durante los últimos años. Este nuevo modus vivendi no implica una alianza estratégica, sino la institucionalización de un paradigma de "competencia gestionada" y "contención específica de tensiones", un modelo que permite a ambas potencias perseguir sus intereses nacionales y esferas de influencia tradicionales sin compromisos fundamentales, al tiempo que reconocen implícitamente las líneas rojas de la otra parte.

Los Pilares de una Coexistencia Pragmática

La relativa estabilidad alcanzada en las relaciones entre Teherán y Ankara se sustenta en tres pilares operativos fundamentales, que fueron puestos de manifiesto durante las conversaciones:

  1. Comunicación de Alto Nivel Ininterrumpida: Tanto Irán como Turquía han priorizado el mantenimiento de canales de diálogo fluidos, incluso durante los picos de tensión regional. La visita de Fidan, la cuarta en su cargo, refuerza este principio. La confirmación de la pronta celebración de la novena reunión del Consejo de Alto Nivel de Cooperación, presidida por los mandatarios de ambos países, señala un compromiso con la institucionalización de este diálogo, elevándolo al más alto nivel político.
  2. Compartmentalización Estratégica: Ambas naciones han demostrado una habilidad notable para separar deliberadamente sus archivos competitivos —Siria, Irak, el Cáucaso, la cuestión kurda— de sus esferas de cooperación mutuamente beneficiosa. Esta compartimentación evita que las fricciones en un área contaminen y colapsen la colaboración en otras. Es un ejercicio de realismo puro: se disputan influencia en Damasco, pero se negocian contratos de gas en Ankara.
  3. La Diplomacia de la Compensación: Teherán y Ankara practican una forma de diplomacia multinivel en la que la competencia en un teatro geopolítico se ve contrarrestada o equilibrada por iniciativas de cooperación en otro. Esta "diplomacia de la compensación" sirve como un mecanismo de amortiguación, asegurando que el saldo neto de la relación no se incline peligrosamente hacia la confrontación.

La visita del ministro turco, por tanto, es un esfuerzo concertado para consolidar esta arquitectura bilateral frente a las sacudidas regionales y para prevenir que las crisis por poderes en sus periferias se desborden hacia el eje mismo de sus relaciones bilaterales.

Las Cuatro Dimensiones del Vínculo Irano-Turco

El análisis de los temas tratados en Teherán revela que la relación entre ambos países se articula en cuatro niveles interdependientes:

1. Interdependencia Económica y Energética: El Ancla de la Estabilidad

En el núcleo de esta relación yace una sólida base de intereses económicos y energéticos complementarios. Irán, con sus vastas reservas de hidrocarburos y su posición geográfica pivotal, y Turquía, con su capacidad logística y su acceso a los mercados europeos, actúan como socios naturales, aunque no exentos de fricciones.

  • Energía: El suministro de gas natural iraní sigue siendo una pieza clave en la seguridad energética turca. Con aproximadamente el 26% de las importaciones de gas de Turquía —equivalentes a unos 10.000 millones de metros cúbicos anuales— provenientes de Irán, el contrato de suministro a largo plazo (vigente hasta 2026 y con opción a extensión) actúa como un ancla de estabilidad. Para Irán, este flujo no solo representa ingresos en divisas cruciales, sino también un instrumento de influencia estratégica. La declaración de Araqchi confirmando la disposición de Teherán a extender este contrato y expandir la cooperación energética subraya su valor compartido.
  • Comercio y Finanzas: Turquía es el segundo mayor socio comercial de Irán, después de China, con un volumen de intercambios —que incluye canales formales e informales— que supera los 14.000 millones de dólares. Para sortear las sanciones financieras internacionales, ambos países han desarrollado mecanismos ingeniosos que incluyen trueques, intercambios financieros (swap) a través de bancos turcos de menor escala, y el uso de las monedas locales (lira y rial) para la liquidación de cuentas. Estas vías "seguras" son vitales para la resiliencia económica de Irán y ofrecen a Turquía oportunidades comerciales rentables.
  • Conectividad y Transporte: La conectividad es quizás la arena de cooperación con mayor potencial. El proyecto de conexión ferroviaria entre las redes de ambos países —a través de los corredores de Razi-Kapıkoy y el, aún en desarrollo, Van-Tabriz-Rasht— es de importancia capital. Irán aspira a convertirse en el eslabón indispensable de los corredores Este-Oeste y Norte-Sur, conectando el puerto de Bandar Abbas con el Mar Caspio. Turquía, por su parte, necesita la cooperación iraní para completar el eslabón sur de su visión de la "Ruta de la Seda Media" hacia Asia Central. Esta sinergia geo-transporta crea intereses mutuos tan sustanciales que actúan como un poderoso dique de contención contra la ruptura total, incluso en los momentos de mayor tirantez política.

2. Rivalidad y Convergencia Táctica en los Dossiers Regionales

Es en los teatros regionales donde la competencia geopolítica se manifiesta con mayor claridad, pero también donde el nuevo espíritu de gestión pragmática se pone a prueba.

  • El Cáucaso Sur: El Tablero de Ajedrez Estratégico: Este es, posiblemente, el dossier más delicado. Tras la segunda guerra de Nagorno-Karabaj en 2020 y los subsiguientes debates sobre el corredor de Zangezur, Turquía ha buscado consolidar su eje con Azerbaiyán, buscando una ruta directa hacia el Mar Caspio y Asia Central. Para Irán, cualquier alteración de las fronteras geopolíticas que aisle a Armenia y corte su continuidad territorial con Europa representa una línea roja de seguridad nacional. A pesar de esta divergencia estratégica fundamental, ambos países han evitado una confrontación abierta, recurriendo a una "diplomacia de presión controlada". Teherán observa con cautela el acercamiento militar Ankara-Bakú, pero mantiene abiertos los canales de diálogo para asegurar que sus intereses mínimos sean respetados.
  • Siria: De la Oposición a la Reconciliación Táctica: La postura de Turquía sobre Siria ha experimentado una evolución significativa. Mientras que Ankara hizo durante años de la salida del presidente Bashar al-Asad un objetivo central de su política exterior, la realidad sobre el terreno ha forzado un recalculo. El fortalecimiento de la presencia kurda en el norte de Siria, respaldada por Estados Unidos, es percibido por Turquía como una amenaza existencial para su seguridad interior, equiparable a la del PKK. Esta percepción ha creado un espacio inédito para la convergencia con Irán, el principal sostén regional del gobierno de Damasco. Ambos países, aunque por razones distintas, comparten un interés en prevenir la fragmentación permanente de Siria y en contener las ambiciones secesionistas kurdas. Las declaraciones conjuntas de Fidan y Araqchi, señalando a Israel como la "mayor amenaza" para la estabilidad de Siria, no son meramente retóricas. Reflejan una narrativa compartida que podría allanar el camino para una cooperación táctica más estrecha para estabilizar el país, donde los intereses de seguridad de Turquía y la influencia estratégica de Irán encuentren un modus operandi tolerable para ambos.
  • Irak y la Cuestión Kurda: En Irak, ambos países ejercen una influencia considerable a través de actores políticos y de seguridad afines. Mientras Irán mantiene una profunda relación con las facciones chiíes, Turquía lleva a cabo operaciones militares contra refugios del PKK en el norte del país. Aunque es un terreno de competencia, existe un entendimiento tácito sobre la necesidad de preservar la integridad territorial de Irak y de evitar que se convierta en un santuario para grupos que amenacen directamente a cualquiera de las dos partes. 

3. La Dimensión Cultural e Identitaria: Convergencias y Sensibilidades

Más allá de la diplomacia de estado, la relación entre Irán y Turquía se desarrolla en un complejo espacio cultural e identitario donde la influencia y la conectividad juegan un papel crucial. Ambos países, como herederos de imperios y civilizaciones milenarias, proyectan su soft power a través de canales distintivos pero que a menudo se entrelazan. Irán ejerce una influencia significativa a través de profundos lazos religiosos, culturales e históricos con el mundo chií, así como a través de su narrativa de "Resistencia" frente a la hegemonía occidental. Turquía, por su parte, despliega una potente maquinaria de soft power que incluye su industria cultural —con series de televisión de gran alcance—, inversiones educativas y una profundización de sus vínculos económicos. Lejos de representar un juego de suma cero, estos dos modelos de influencia coexisten y, en contextos como Irak o Líbano, pueden incluso operar en esferas paralelas, interactuando de manera pragmática en el tablero social de estos países.

No obstante, este panorama de coexistencia no está exento de delicadas sensibilidades. La narrativa pan-turquista, que a veces surge en el discurso político y cultural de Ankara, es seguida con atención por los estrategas en Teherán. Por ello, cualquier percepción de que actores externos puedan instrumentalizar estos vínculos se recibe con extrema cautela y diplomacia preventiva. Gestionar esta sensibilidad constituye uno de los ejercicios de equilibrio más finos en la relación bilateral, requiriendo un diálogo tácito constante y una mesura calculada por ambas partes.

4. El Contexto Internacional: La Presión Estructural Externa

El realineamiento global, marcado por la intensificación de la rivalidad entre Estados Unidos y China, el reposicionamiento de Rusia tras la guerra en Ucrania y la fragilidad del sistema de seguridad occidental en Oriente Medio, impulsa a Teherán y Ankara a recalibrar sus relaciones regionales.

Aunque Turquía es miembro de la OTAN, en las capitales occidentales suele ser vista como un "actor independiente y a veces imprevisible". Sus vínculos con Estados Unidos y la Unión Europea son complejos y, en ocasiones, tensos, lo que ha llevado a Washington y Bruselas a adoptar políticas combinadas de contención y gestión hacia Ankara, con el fin de limitar su autonomía regional. Esta realidad ha motivado a Turquía a diversificar su política exterior y a profundizar su relación estratégica con actores independientes como Irán y Rusia.

Para Irán, sujeto a un régimen de sanciones, cualquier espacio de maniobra en el frente occidental constituye una oportunidad. El acercamiento con Turquía no solo ayuda a suavizar parcialmente el cerco, sino que ofrece una vía hacia la economía global y un socio dispuesto a cuestionar ciertas políticas unilaterales de Estados Unidos. En este contexto, las declaraciones de Fidan sobre el levantamiento de las "sanciones injustas" contra Irán y el respaldo a su derecho al desarrollo nuclear con fines pacíficos adquieren un valor político especialmente relevante para Teherán.

Conclusión: Hacia un Equilibrio Maduro

La visita de Hakan Fidan a Teherán simboliza la transición de las relaciones irano-turcas hacia una fase más madura, predecible y, desde una perspectiva de seguridad nacional, más beneficiosa para ambas partes. La arquitectura de esta relación compleja, a pesar de las rivalidades inherentes, descansa ahora sobre tres cimientos sólidos: la interdependencia económica y energética, la gestión inteligente de los diferendos geopolíticos y la explotación de las fracturas del orden internacional.

Este statu quo no constituye una alianza estratégica formal. No obstante, el entendimiento tácito alcanzado revela una conclusión clara: en el panorama geopolítico actual, Irán y Turquía desempeñan un papel clave en la gestión de riesgos en sus respectivos entornos estratégicos. Han aprendido a gestionar sus áreas de competencia sin permitir que estas definan por completo su relación bilateral. En la volátil cartografía de Asia Occidental, este equilibrio, frágil pero resistente, constituye un logro diplomático notable y un factor de estabilidad relativa con potencial para influir en la configuración del poder regional en el futuro.

Por Xavier Villar