Publicada: sábado, 20 de septiembre de 2025 13:39

La activación del mecanismo ‘snapback’ contra Irán exacerba la crisis del orden internacional y tensa aún más las relaciones diplomáticas.

Por: Xavier Villar

El 19 de septiembre de 2025 quedará marcado como un nuevo hito en la crisis del orden internacional, tras la aprobación formal del mecanismo snapback por parte del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas (CSNU). Este procedimiento, contemplado en la Resolución 2231 y perteneciente al Plan Integral de Acción Conjunta (PIAC o JCPOA, por sus siglas en inglés) negociado en 2015, permite la reactivación automática de sanciones internacionales contra la República Islámica de Irán en caso de presunto incumplimiento del acuerdo nuclear. La resolución ha sido impulsada por Alemania, Francia y Reino Unido —denominados comúnmente como el E3— y ha recibido respaldo tácito de Estados Unidos, a pesar de la salida unilateral estadounidense en 2018.

La activación del snapback desencadena un régimen de sanciones que habían sido levantadas tras la firma del acuerdo, incluyendo congelamiento de activos, suspensión de contratos de armas y restricciones en el desarrollo de misiles balísticos. Esta medida aumenta la tensión en un contexto ya volátil, precedido por la ofensiva israelí contra instalaciones nucleares iraníes en junio y la fragilidad de las negociaciones diplomáticas. Sin embargo, pese a la formalidad de la aprobación, el impacto del snapback debe analizarse con atención crítica para comprender sus implicaciones reales y contextualizar la respuesta pragmática y soberana del gobierno iraní, que insiste en la continuidad de la negociación, aunque sin ceder en sus demandas de respeto a su soberanía.

El contexto de las relaciones entre Irán y Europa: tira y afloja diplomático

En los últimos meses se ha registrado un vaivén constante en las negociaciones entre Teherán y las potencias europeas. Alemania, Francia y Reino Unido suscribieron con Irán un nuevo acuerdo con la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA) que pretendía aumentar la transparencia y acotar ciertos aspectos del programa nuclear. No obstante, el incumplimiento reiterado de compromisos por parte europea y de la agencia para permitir inspecciones plenas, sumado a la persistente desconfianza mutua, comenzó a limitar de manera tangible cualquier avance. 

La activación del mecanismo de snapback por parte del E3 se inscribe en este contexto como un gesto de presión calculada que, aunque no se anunció con premura, revela una decisión política deliberada de intensificar la presión sobre Irán. Desde la perspectiva iraní, esta medida no refleja un interés genuino en el diálogo, sino más bien la subordinación de Europa a la estrategia estadounidense orientada a debilitar y aislar a la República Islámica, ignorando décadas de cumplimiento responsable por parte de Teherán y su disposición a cooperar en materia nuclear.

El proceso ha estado marcado por la precipitación y falta de voluntad de los tres países europeos, así como por su alineamiento con Washington para complacer las exigencias políticas de figuras como Trump y Rubio. Este gesto, realizado a pesar de existir tiempo para negociaciones adicionales, cierra la puerta al diálogo por parte de Occidente, evidenciando que la acción europea se ha movido más por obediencia a intereses externos que por una búsqueda genuina de resolución. 

La historia reciente del snapback muestra que la diplomacia europea ha carecido de seriedad desde el inicio, respaldando acciones con escasa transparencia y mostrando, como lo refleja el comunicado del Departamento de Estado estadounidense, una actitud cómplice frente a la presión de Washington.

La lógica de la presión y la ruptura del diálogo

Desde la perspectiva europea, incluso si la activación formal del mecanismo genera tensión, se mantuvo la posibilidad de demorar su cumplimiento o negociar para evitar la vuelta efectiva de las sanciones. No obstante, la configuración política internacional y la dinámica entre Estados Unidos y sus aliados, junto con la falta de avances concretos, reducen significativamente las expectativas de un acuerdo inminente. Por su parte, Irán ha respondido de manera firme, rechazando categóricamente la legitimidad del snapback. El país sostiene que la troika europea carece de autoridad legal para su activación y denuncia que el procedimiento viola el espíritu del acuerdo nuclear y el derecho internacional. La carta conjunta remitida al secretario general de la ONU, respaldada por China y Rusia, subraya este rechazo y alerta sobre el riesgo de deslegitimar las instituciones multilaterales.

Técnicamente, pese a la activación formal, existen obstáculos importantes para la reimposición efectiva de sanciones: la dificultad de añadir nombres a la lista negra, la posible oposición de potencias con derecho a veto y la falta de consenso internacional crean una ventana para futuros espacios de negociación o contención. Irán ha adoptado una postura lógica y responsable, eliminando pretextos y respetando entendimientos previos —como el acuerdo de El Cairo, plenamente aceptado por la AIEA—, mostrando así una estrategia coherente y transparente frente a la presión externa.

La firme determinación iraní ante la escalada

El gobierno iraní ha demostrado una clara estrategia para preservar la estabilidad económica y social ante la amenaza del regreso de las sanciones. La capacidad de Irán para evadir restricciones mantiene abierta la posibilidad de conservar niveles significativos de comercio petrolero y petroquímico, según análisis del Parlamento iraní. La economía se prepara para afrontar posibles choques de percepción y fluctuaciones de mercado, sin entrar en pánico ni resignación.

Paralelamente, Irán reafirma su voluntad de diálogo en condiciones de respeto mutuo, sin aceptar condiciones previas que comprometan su derecho al enriquecimiento legal de uranio, reconocido en el Tratado de No Proliferación (TNP) nuclear. Esta postura modera la tensión y mantiene un puente diplomático, aunque su concreción depende de gestos equivalentes por parte de Occidente. Al mismo tiempo, la determinación de Irán de salvaguardar su seguridad e intereses nacionales se combina con la previsión de medidas necesarias para garantizar la continuidad del curso normal de la economía y la preparación del gobierno para afrontar posibles contingencias, evidenciando una planificación estratégica integral.

El snapback y la crisis del orden internacional: más que un conflicto nuclear

El mecanismo snapback refleja una crisis estructural más profunda: la ruptura del orden internacional liberal y multilateral que ha dominado la geopolítica global en las últimas décadas. Su activación evidencia la incapacidad de resolver conflictos mediante vías diplomáticas homogéneas, debido a rivalidades estratégicas, intereses contrapuestos y la politización extrema de organismos multilaterales como la ONU. Desde el punto de vista iraní, esta crisis legitima la crítica sistemática a la interferencia extranjera y a la imposición de sanciones como instrumento de coerción política. La política exterior de Teherán apunta a construir relaciones multilaterales basadas en respeto y cooperación real, especialmente con actores como Rusia y China, que cuestionan la estrategia unilateral y coercitiva de Estados Unidos y las potencias europeas.

La persistente aplicación de sanciones y la activación de mecanismos como el snapback agitan tensiones que van más allá del programa nuclear, afectando el equilibrio regional en Asia Occidental y reforzando la percepción de que la inestabilidad es, en buena medida, resultado de políticas externas más que de las acciones de Teherán. La historia reciente de las sanciones demuestra que Estados Unidos y sus socios occidentales nunca buscaron el diálogo ni el acuerdo desde el principio, cumpliendo instrucciones explícitas, como las órdenes emitidas al inicio del mandato de Trump para ejecutar el snapback.

Un llamado al realismo frente a la operación psicológica

Ante la reciente escalada, se hace necesario que medios de comunicación y opinión pública analicen los hechos con rigor, evitando dejarse arrastrar por narrativas alarmistas o propagandísticas que buscan generar miedo y desestabilización interna. Se subraya la importancia de mantener una visión equilibrada y pragmática de la situación. Aunque el snapback representa un desafío, la experiencia histórica del país, su preparación económica y su diplomacia activa siguen siendo factores decisivos para afrontar la contingencia con eficacia.

Este realismo implica reconocer que la acción de los tres países europeos constituye una prueba de falta de buena fe y de seriedad en los procesos de negociación, evidenciando su insistencia en la coerción y el chantaje. Al mismo tiempo, permite valorar la postura lógica y responsable de Irán, que elimina pretextos, mantiene canales abiertos al diálogo y proyecta la imagen de una nación capaz de defender su soberanía e intereses con responsabilidad y serenidad, aun en escenarios de alta tensión internacional.

El futuro próximo: entre diplomacia frágil y riesgos crecientes

Aunque el snapback ha comenzado a regir formalmente, el margen para evitar una escalada más peligrosa sigue abierto. Las próximas semanas, incluso meses, serán cruciales para determinar si este mecanismo se instrumentaliza para forzar un acuerdo negociado o si, por el contrario, condena a la región a una nueva fase de confrontación y volatilidad. Las dificultades para lograr un consenso internacional sólido, las reservas de potencias clave y la firmeza iraní auguran un escenario complejo. Separar los temas del programa nuclear de los misiles balísticos, evitar la ampliación indiscriminada de sanciones y rescatar espacios diplomáticos dependerá, en gran medida, de la voluntad política de Occidente a la hora de elegir entre la presión unilateral y la negociación honesta.

Conclusión

El mecanismo snapback representa una puesta en escena clave dentro del pulso geopolítico en torno a Irán y el orden internacional. Formalmente aprobado, este instrumento de presión refleja la persistencia de una estrategia occidental que prioriza la coerción sobre el diálogo, agravando las tensiones regionales y amplificando la confrontación global.

Irán, lejos de sucumbir al boicot, ha demostrado un notable equilibrio entre firmeza y pragmatismo, manteniendo canales abiertos para la negociación bajo condiciones de respeto mutuo y soberanía plena. Su resistencia y capacidad para desafiar la presión sitúan al país en una posición destacada dentro de una región que cuestiona la eficacia y legitimidad de las hegemonías externas. La activación del snapback no solo pone a prueba la solidez del acuerdo nuclear original, sino que configura un escenario en el que el futuro de la diplomacia y el orden internacional dependerá de la capacidad para superar lógicas unilaterales y construir acuerdos que reconozcan la pluralidad y autonomía de las naciones involucradas.

En este marco, los medios de comunicación juegan un papel esencial: al informar con rigor y perspectiva, pueden contribuir a consolidar un enfoque realista, evitando que la operación psicológica del enemigo genere miedo en la opinión pública y neutralizando así un ataque directo contra los intereses nacionales. La combinación de firmeza diplomática, previsión económica y resistencia frente a la coerción externa sitúa a Irán como un actor que no solo resiste, sino que construye las condiciones para la estabilidad regional y la defensa de su soberanía en un orden internacional cada vez más incierto.