Por Xavier Villar
Más bien, es un comunicado construido bajo la influencia de fuerzas coloniales que buscan justificar la violencia sistemática y el genocidio que padece la población de Gaza, al tiempo que facilitan la fragmentación y el control interno mediante alianzas tácticas con actores locales.
Lejos de reflejar una voz genuina ni una perspectiva legítima de la población palestina, este editorial no es sino un comunicado político construido en el ámbito de la instrumentalización colonial que busca justificar la violencia sistemática y la fragmentación interna. Al dar plataforma en un medio de gran influencia a un personaje de este perfil —un “líder” de banda armada vinculada a intereses foráneos—, se moviliza una estrategia discursiva de blanqueo mediático que intenta legitimar el genocidio soterrado que sufre Gaza y desplazar la resistencia unificada detrás de narrativas de división y funcionalidad al ocupante.
Yasser Abu Shabab: actor local y pieza en el entramado regional
La figura de Abu Shabab ilustra la complejidad interna de Gaza y la instrumentalización de grupos dispersos para la fragmentación y el control social. Según informes, Abu Shabab, nacido en Rafah en 1993 y perteneciente a la tribu beduina Tarabin, ha pasado de la delincuencia —incluidas acusaciones de narcotráfico— a liderar una milicia que monopoliza el control de ciertas áreas como parte de un entramado armado que cuenta con apoyo directo israelí.
Este apoyo incluye provisión de armas y prerrogativas tácticas que tienen por objetivo explícito la debilitación de HAMAS y el control de la población en un contexto de guerra. En lugar de ser una expresión espontánea o representativa de la resistencia palestina, su rol está claramente subordinado a intereses coloniales, que utilizan alianzas tácticas con actores marginados para profundizar la disgregación y justificar operaciones militares masivas.
Al publicar editoriales de esta naturaleza, medios como el Wall Street Journal contribuyen a magnificar esa narrativa funcional, sustituyendo la complejidad del conflicto por imágenes simplificadas y legitimadoras de la ocupación y la limpieza social.
Barbarie construida en el lenguaje: necropolítica y deshumanización
La violencia extrema que se ejecuta en Gaza no ocurre en el vacío. Antes de que las bombas caigan y las vidas civiles desaparezcan, el terreno discursivo se prepara con una política de palabras que despoja al otro de su condición plena como sujeto político y humano. En este contexto el texto atribuido a Abu Shabab funciona como preámbulo discursivo a la barbarie, presentando a determinados actores armados locales —controlados o funcionales a Israel— como “alternativa pragmática”, mientras invisibiliza y minimiza el contexto de ocupación, bloqueo y apartheid al que Gaza está sometida.
Estas palabras integran un inventario necropolítico: la normalización del exterminio y el sufrimiento masivo como “daño colateral necesario” que legitima políticamente la violencia indiscriminada, la destrucción de la sociedad y la imposibilidad de vida digna. Deshumanizar y fragmentar es el paso previo al genocidio material.
La complicidad explícita de la prensa occidental
El Wall Street Journal, al publicar este tipo de comunicados y ofrecer espacio a figuras como Abu Shabab, se inscribe en un patrón más amplio de responsabilidad mediática occidental en la crisis palestina. Lejos de ejercer el rol crítico que debería corresponderle, la prensa hegemónica replica y amplifica discursos sesgados que legitiman la estrategia de exterminio israelí, presentan la resistencia palestina como un fenómeno disfuncional o terrorista, y reinventan una versión de la realidad conveniente para la política exterior estadounidense e israelí.
Este comportamiento mediático no solo silencia a los actores y voces legítimas que exigen justicia y reconocimiento, sino que contribuye a construir y mantener una narrativa hegemónica de deshumanización y deslegitimación, indispensable para el sostenimiento de estructuras coloniales y violentas.
Irán en la narrativa occidental: raciocinio distorsionado y orientalismo persistente
Dentro de esta maquinaria discursiva, Irán ocupa un lugar central como “enemigo externo” por excelencia, presentado de manera monocromática y simplificada como un actor irracional, fanático y beligerante. Este gesto discursivo —que algunos pensadores críticos de la región han analizado con rigor— se inscribe en una larga tradición de orientalismo, donde Oriente Medio es perfilado a partir de dos prismas exclusivistas: “enemigo” o “otro” irracional.
Este imaginario sistémico ha distorsionado la comprensión política del Estado iraní y oscurecido sus lógicas estratégicas y diplomáticas, que incluyen racionalidad política, búsqueda de seguridad nacional y aspiraciones legítimas en el orden regional. La representación mediática prevalente no reconoce estas características, sino que fomenta un relato reduccionista que justifica sanciones, bloqueos y acciones militares con consecuencias humanitarias devastadoras.
Irán se convierte así en una figura retórica que sustenta políticas de exclusión y violencia, impedida en su posibilidad pragmática de diálogo o integración liderada desde la región. Este enfoque contribuye a una dinámica de escalada permanente y a la prolongación del ciclo de conflicto.
Silenciamiento estructural y el costo para Gaza
Esta dinámica mediática se traduce en silenciamiento explícito de las voces que denuncian la ocupación, el apartheid y el bloqueo, mientras legitima la narrativa de la “guerra contra el terrorismo” como explicación suficiente para la aniquilación sistemática de infraestructura, servicios básicos y vidas civiles.
El resultado inmediato es la impunidad frente a crímenes internacionales y la perpetuación de una situación humanitaria insoportable, donde la muerte y la destrucción se convierten en estadística tolerada por las audiencias occidentales cautivadas por un relato racista y funcional a agendas de poder.
Hacia una crítica necesaria y un cambio discursivo
Para enfrentar esta lógica necropolítica e imperial, la crítica debe incidir en cómo la barbarie comienza en el lenguaje: despojar al otro de humanidad y legitimar su exterminio discursivo es el primer paso para desplegar la violencia física. Denunciar la continuidad del orientalismo y desmontar las imágenes estereotipadas sobre Irán y la región es condición necesaria para abrir espacios de diálogo más honestos y de resistencia política efectiva.
Este enfoque exige reconocer a HAMAS como un actor legítimo de la política palestina, la racionalidad estratégica iraní, y la compleja trama de intereses y resistencias transregionales, lejos del maniqueísmo de amigos y enemigos.
Conclusión
El editorial atribuido a Yasser Abu Shabab en el Wall Street Journal no es un análisis independiente sino un instrumento más de la maquinaria mediática israelí y occidental para blanquear un genocidio continuado en Gaza. Al amplificar voces funcionales al ocupante y demonizar sistemáticamente a Irán, el editorial contribuye a fragmentar a la población palestina y legitima políticas de exterminio con respaldo mediático.
La realidad de Gaza exige una narrativa crítica que reconozca la instrumentalización mediática, cuestione el orientalismo vigente y promueva la soberanía regional y los derechos humanos. Solo una perspectiva que combine rigor analítico, honestidad histórica y respeto a la pluralidad puede ofrecer una base para resistir la violencia necropolítica y avanzar hacia una solución justa.