Este avance fue acompañado por informaciones que daban cuenta de la salida del presidente Bashar al-Asad hacia Rusia, dejando el futuro de Siria en una precaria indefinición.
Las experiencias nos han enseñado que la caída de un régimen no representa el fin de los conflictos, sino el inicio de un proceso de transformación radical. Un proceso que, en muchos casos, resulta ser aún más complejo y peligroso que la caída misma del gobierno. En Siria, este proceso de transición será marcado por desafíos de magnitudes incalculables: la reconstrucción del aparato estatal, la creación de un nuevo sistema político y la administración de los servicios públicos recaerán en aquellos que hasta hace poco se consideraban opositores al poder central.
Sin embargo, el discurso que prevalece entre los líderes de la oposición, tras su entrada a Damasco, se caracteriza por un tono relativamente optimista. Afirman que es posible superar la primera fase de transición sin sobresaltos mayores. No obstante, la construcción de un sistema político inclusivo y funcional se perfila como una tarea monumental, especialmente en un país marcado por una compleja diversidad étnica, religiosa y sectaria, y una crisis armada que ha arrasado la nación durante más de 13 años.
A este escenario, se suman las múltiples facciones armadas que aún operan en el terreno, así como la injerencia de potencias extranjeras como EE.UU. que persiguen sus propios intereses en una Siria fragmentada. Así, mientras algunos se muestran esperanzados, la sombra de un futuro incierto sigue proyectándose sobre la nación, atrapada entre las promesas de un cambio y los fantasmas de su historia reciente.
El Futuro de Siria: Entre la esperanza y el desafío
El futuro de Siria, y por ende de toda la región, está íntimamente ligado a las decisiones que tomen las facciones armadas, ya que la ubicación estratégica del país levantino en Asia Occidental hace que cualquier inestabilidad interna se proyecte de manera directa sobre la seguridad regional, creando un círculo vicioso en el que la falta de paz en Siria genera un vacío de seguridad en los países circundantes.
Las fuerzas de la oposición armada que han logrado tomar el control de Damasco asumen ahora una responsabilidad crucial para el futuro del país. Tienen en sus manos la oportunidad de evitar que Siria repita los sufrimientos y desolaciones que han marcado a otros estados de la región durante más de una década. Para ello, deberán resistir las presiones de aquellos actores internacionales que, bajo el manto de intereses geopolíticos, buscan sembrar el caos en Siria. En particular, el dúo estadounidense-israelí se ha mostrado como un obstáculo persistente en la búsqueda de estabilidad, manipulando conflictos internos con el fin de favorecer su propia agenda y crear condiciones propicias para un desmembramiento del Estado sirio.
A pesar de las dificultades, los acontecimientos recientes sugieren que la razón y la sensatez podrían prevalecer sobre el caos y la anarquía. En este sentido, la declaración del primer ministro Mohamed Ghazi al-Yalali representa un atisbo de esperanza. En su mensaje, Al-Yalali mostró una disposición clara a cooperar con cualquier liderazgo elegido por el pueblo sirio y respaldó las posibles medidas de transferencia de poder. También extiende una mano a los opositores, haciendo un llamamiento a la reflexión y al entendimiento mutuo. En un país desgarrado por años de guerra y división, el mensaje parece ser claro: la única vía para la supervivencia de Siria como nación es la unidad de todos sus hijos, preservando lo que queda de las instituciones estatales y mirando al futuro con una visión compartida de paz y prosperidad. En este escenario, Siria no pertenece a un grupo o facción, sino a todos los sirios, sin excepción.
¿Quién se beneficia más del caos en Siria?
En medio del caos y la inestabilidad que han sacudido Siria durante más de una década, hay un actor regional cuyo comportamiento se destaca por sus intereses claros en perpetuar el desorden: el régimen israelí. A pesar de la retórica internacional que condena la violencia en Siria, el régimen de Tel Aviv ha mostrado un interés tangible en que la nación siria siga inmersa en el caos. Su objetivo, claro y repetido a lo largo de los años, es apoderarse de más territorios sirios, especialmente en áreas clave como los Altos del Golán.
No hay evidencia más clara de este comportamiento que los ataques israelíes continuos a distintas instalaciones en territorio sirio. El ejército israelí ha bombardeado objetivos en el sur de Siria, incluyendo la base aérea de Khalkhala y la zona de Jabal Qasioun en Damasco, en un intento evidente por destruir las capacidades militares del país. Estos ataques, basados en pretextos variados, buscan debilitar a Siria para hacer más factible la expansión israelí, incluso más allá de los territorios ocupados, como queda en evidencia con la reciente reanudación de las operaciones militares en los Altos del Golán.
El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, dejó claro, con sus recientes declaraciones, que las ambiciones de Israel van más allá de la mera confrontación con el régimen de Bashar al-Asad. Al declarar el fin del acuerdo de separación de fuerzas de 1974, Netanyahu mostró abiertamente su intención de apoderarse de más tierras sirias, destacando la zona desmilitarizada en los Altos del Golán como un objetivo estratégico. Esto se materializó en el despliegue de fuerzas israelíes en localidades como Jan Arnabeh y otras áreas de la provincia de Quneitra, lo que confirma las intenciones expansionistas de Israel en el área.
Rol de Irán
A lo largo de este conflicto, Irán ha sido un firme defensor de la soberanía de Siria, primero al apoyar al régimen de Damasco contra la amenaza de Daesh, y más tarde al involucrarse en el proceso diplomático de Astaná junto con Turquía y Rusia para reducir la escalada del conflicto.
Irán ha insistido en que es el pueblo sirio quien debe determinar su destino, sin la intervención de actores externos, como lo demuestra su apoyo a las facciones de la Resistencia en la región, como Hezbolá y HAMAS, que también enfrentan las ambiciones israelíes.
Siria ante dos opciones
En la actualidad, Siria se encuentra ante dos opciones decisivas que determinarán su futuro: la primera, optar por continuar el conflicto militar con el fin de lograr una venganza, lo que indudablemente arrastraría al país hacia un caos aún mayor, seguido de un posible colapso y fragmentación territorial.
La segunda, y quizás la más sensata, consiste en poner fin a la confrontación bélica y abrir un espacio para los diálogos nacionales, involucrando a todos los sectores de la sociedad siria en la construcción de un gobierno inclusivo y representativo. Este nuevo gobierno tendría el desafío de garantizar la seguridad y los derechos de todos los ciudadanos sirios, al tiempo que ofrecería una protección integral a los residentes de otras nacionalidades presentes en el país.
Además, este proceso debe contemplar la preservación de los lugares sagrados religiosos, que son parte fundamental de la identidad cultural y espiritual de Siria, así como la protección de las instalaciones diplomáticas y consulares, en cumplimiento con las normas del derecho internacional. Solo a través de este enfoque inclusivo y de reconciliación se podrá evitar la perpetuación de la violencia y crear las condiciones necesarias para una paz duradera, cimentada en la justicia, la equidad y el respeto mutuo.
Por Mohsen Khalif