Publicada: viernes, 23 de diciembre de 2022 5:46
Actualizada: viernes, 23 de diciembre de 2022 10:30

Este ha sido el mundial de Marruecos. Los Leones del Atlas, nombre con el que es conocido el equipo magrebí, han conseguido ser el primer equipo africano en llegar a las semifinales de una copa del mundo, y lo han conseguido después de tres victorias memorables contra tres antiguos poderes coloniales europeos -España, Portugal y Bélgica-.

Las victorias del equipo marroquí se han celebrado desde Indonesia a Nigeria, pasando por Irán, sin olvidarnos de las ciudades europeas que vieron como sus poblaciones migrantes, o de segundas y terceras generaciones, celebraron las victorias como propias. Dentro del campo, Marruecos cautivó al mundo por su manera de jugar. Una manera de jugar atrevida, imaginativa, divertida. Y además de todo esto, Marruecos, el equipo marroquí, no se olvidó de Palestina ni un solo momento.

Este no es un artículo sobre fútbol. Es un artículo sobre Palestina, su importancia como símbolo político para la Umma y como la mal llamada "normalización" -nombre que recibe el acercamiento en términos políticos, económicos y securitarios entre la entidad sionista y varios países árabes-, supone una traición a la causa palestina y una amenaza a la estabilidad regional. Igualmente, este mal llamado proceso de "normalización" ataca, o quiere atacar, las bases políticas que hacen posible una identidad autónoma basada en el Islam y que no sigue el lenguaje hegemónico de Occidente. La entidad sionista, debemos recordar, no es un país más de los que componen Asia Occidental, sino la representación más clara de la ideología occidental y de sus peligros en términos políticos. Como entidad colonial no puede ser considerado un actor legítimo a nivel político. 

La construcción de esa identidad política autónoma ha sido, y continúa siendo, uno de los principios fundacionales de la República Islámica. Irán no puede comprenderse en términos de estado-nación, sino como hogar político de los musulmanes. Pretende ser un modelo Islámico político-revolucionario que no tiene sentido dentro de unos marcos nacionales (el proyecto de la Revolución Iraní es un proyecto ummático, es decir, intenta ser un referente político para todos los musulmanes). Es por esto mismo, que el faqih no es visto como el líder de Irán, sino como el líder islámico que representa la posibilidad de construir una identidad política musulmana autónoma. 

También hay que entender la importancia que el significante «Palestina» tiene para la República Islámica. Su importancia como símbolo político en el discurso que articula la propia República Islámica, ha estado presente desde su inicio y ha formado parte del argumentario político del Imam Khomeini, su fundador, desde antes de 1979, año de la Revolución. A este respecto, se puede señalar el sermón dado por Khomeini en la ciudad de Qom en 1963, en el cual denunció públicamente al régimen Pahlavi por sus relaciones con Israel y por su traición a Palestina. Dicha proclama, que provocó el arresto de Khomeini, se sigue celebrando a día de hoy en Irán como uno de los discursos fundacionales de lo que se ha venido a conocer como «visión ummática», es decir, la óptica política que considera Irán el hogar político de los musulmanes. 

La importancia de Palestina como símbolo político central para la Umma es innegable. Este símbolo es lo que hace posible la posibilidad de una identidad política articulada alrededor de la gramática del Islam. Palestina hace que sea posible, también, encontrar lo político fuera de Occidente -Occidente entendido no como lugar geográfico, sino como ideología-. Para esta ideología, el Islam es visto desde la categoría de "religión". Una categoría pretendidamente universal pero que encierra una visión colonial que busca la despolitización del Islam. Podemos decir, por tanto, que utilizar el lenguaje de la religión no es tan sólo un ejercicio descriptivo, sino que tiene una clara voluntad prescriptiva. El objetivo final es regular el espacio del Islam. 

Es en este punto cuando podemos decir que tanto Palestina como la República Islámica están conectadas de una manera claramente política: ambos símbolos son ejemplos de identidad islámica, una identidad insertada en una genealogía alternativa de resistencia contra la dominación colonial occidental que cuenta con su propia gramática, una gramática que no puede ser expresada en el idioma occidental de la liberación nacional o ideologías afines. Irán y Palestina son momentos de una lucha anti-hegemónica que posibilita a los musulmanes vivir como musulmanes en el mundo contemporáneo. 

Por todo lo anterior, cualquier tipo de "normalización" con la entidad sionista, además de una traición a la Resistencia Palestina, cierra la puerta a una identidad autónoma que no siga el lenguaje Occidental. Traicionar a Palestina es una traición a las aspiraciones de independencia y autonomía de la Umma. Unas aspiraciones materializadas en la República Islámica y su visión "ummática". La República Islámica no solo es el principal apoyo de la Resistencia Palestina, además es la voz política de esa Umma. 

Los jugadores de Marruecos al mostrar su apoyo a Palestina han recordado la centralidad de la cuestión palestina para la Umma, a pesar de la traición de sus propias autoridades, y en concreto su rey Mohamed VI. Lo que ese simbolismo pone de relieve es que a pesar de los intentos por "normalizar" relaciones con la entidad sionista, esta "normalización" no es aceptada por la Umma. En otras palabras, podemos decir que los esfuerzos por romper la unidad "ummática" por parte de ciertos gobernantes no ha tenido el efecto deseado.

Marruecos ha tenido el apoyo de todo "Muslimistán" por su apoyo a Palestina. Un apoyo que es central para el proyecto político representado por la República Islámica. Defender a Palestina es, por tanto, defender a la República Islámica.

Por: Xavier Villar