• La multiplicación de satélites amenaza la astronomía.
Publicada: martes, 4 de agosto de 2020 2:11

Millonarios como Elon Musk impulsan “constelaciones” de miles de satélites, aparatos que perturban el cielo nocturno e inutilizan observatorios durante horas.

El pasado 21 de junio, un enorme haz de luces cruzó el cielo de la villa extremeña de Trevejo. Los supuestos ovnis resultaron ser unos satélites artificiales de “Starlink”, un proyecto impulsado por el magnate Elon Musk. El acontecimiento causó inquietud en Extremadura, una comunidad que ha apostado por el turismo astronómico.

La empresa de Musk tiene permiso para lanzar hasta 12 000 satélites. Los centenares que ya tiene en órbita se hacen notar. Este julio, un fotógrafo difundió una imagen del cometa Neowise, cruzada por decenas de trazas luminosas de satélites de “Starlink”.

En noviembre del 2019, el Observatorio de Calar Alto (Almería) captó la misma “cadena de perlas”. “El paso de estos satélites te puede arruinar una observación”, afirma Jorge Núñez, catedrático de Astronomía de la Universitat de Barcelona.

 

El número de satélites previstos supera la cantidad de objetos enviados al espacio en toda la historia (alrededor de 9 000, según Naciones Unidas). “En cualquier tarde de observación se ven satélites, pero cuando tengamos diez veces más el problema será diez veces más grande”, afirma David Galadí, astrónomo del Observatorio de Calar Alto.

Musk se ha mostrado sensible al problema y su empresa está experimentando un sistema (DarkSat) para oscurecer los satélites. No es fácil, porque el negro sobrecalienta los aparatos.

Por su parte, los astrónomos piden más transparencia sobre lanzamientos y trayectorias, para apagar sus telescopios a tiempo y poner en marcha sistemas automáticos que eliminen las trazas de los satélites de las imágenes, cuando es posible.   

Sin embargo, estas medidas pueden restar horas de observación y sumar horas de procesado de imagen cada noche, con unos costes importantes para la ciencia. “¿Quién pagará por estos esfuerzos?”, se pregunta Andrew Williams, coautor del estudio de ESO.

De momento, nadie ha planteado que las empresas paguen algo. Tampoco existen acuerdos internacionales que regulen el número de satélites o su luminosidad. 

“Intentar que una legislación establezca prohibiciones es imposible. Si lo hiciera Estados Unidos, las empresas se irían a China. Y viceversa”, constata Núñez. Ante este escenario, la Asociación Astronómica de Estados Unidos ha optado por sentarse a negociar con Musk, esperando que se establezcan unas buenas prácticas.

nsr/lvs/hnb