Publicada: lunes, 7 de julio de 2025 6:46

El día de Ashura en forma indiscutible, va más allá de una jornada de duelo o marchas masivas, para así conmemorar el martirio del Imam Husein, nieto del profeta del Islam.

En estas fechas, tanto en Ashura como posteriormente Arbain suelo expresar, desde esta parte del mundo, mi admiración y recogimiento ante estas expresiones de dolor, pero pleno de dignidad de millones de seres humanos.

El Imam Husein fue martirizado en el año 680 d.C. junto a 72 compañeros y miembros de su familia en el décimo día de Muharram – que constituye el primer mes del calendario islámico - en la batalla contra el segundo califa de la Dinastía de los Omeya, Yazid, en el desierto de Karbalá. Allí, en el centro del actual Irak, hace ya 1.345 años, la historia de la humanidad tuvo un punto de inflexión que perdura hasta hoy. Esto, en una contienda desigual en número, de un hombre que podemos considerar el escalón más alto del ser humano, contra decenas de miles de soldados de un califato regido por autócratas.

La batalla ocurrió tras rechazar el Imam Husein y los suyos, prometer lealtad a Yazid, que trataba de cambiar el espíritu del Islam y con ello exigir el transigir en elementos imposibles de aceptar para Husein. No se transa con los valores, con las creencias arraigadas en el convencimiento de la justeza y la rectitud. No se cede ante los poderes hegemónicos y arrogantes.

Un recuerdo que estremece

Siempre en el recordar se hace imprescindible el contextualizar y ello implica bucear en la historia de aquello que Ashura conmemoramos. Tras el asesinato de Ali ibn Abi Talib, yerno de profeta Mahoma, cuarto califa y primer Imam chií, los seguidores del asesinado Imam proclaman a su hijo Hasan como nuevo califa. El gobernador de Siria, Muawiya ibn Abu Sufian, fundador de la Dinastía de los Omeya, pacta con Hasan un tratado que evite más derramamiento de sangre manteniendo su mandato en Siria, con la promesa de devolver el mando a Hasan en el futuro.

Ocho años después de esta acción, Hasan es envenenado por órdenes de Muawiya, en la ciudad santa de Medina. Todo ello en el marco de la designación del hijo de Muawiya, Yazid como sucesor, traicionando así la promesa efectuada a Hasan y violando las normas islámicas y consideradas inaceptables por la Umma (nación islámica).

El hermano del envenenado Hasan, Husein ibn Ali, nieto del profeta e hijo de Ali y Fátima -hija del Profeta- decide, bajo la proclamación de los habitantes de Kufa – denominados Shiatu Ali “los seguidores de Ali” - tomar el poder como único califa en clara oposición a Yazid quien instruyó al gobernador de la ciudad de Medina, Walid, para que forzara a Husein a aliarse con su dinastía. Husein se negó a tal pretensión exclamando: “Cualquiera parecido a mí, no aceptará a nadie parecido a Yazid como gobernante” (1)

Recordemos que tras la muerte de Muawiya, Yazid, su hijo, tomó el lugar de su padre. Los informes históricos lo presentan como un borracho que se consideraba el califa de los musulmanes, pero que no aplicaba los principios y las leyes islámicas. Es por lo que el Imam Husein nunca lo reconoció como el califa de los musulmanes y nunca le juró lealtad.

Husein, acompañado de 72 fieles, junto a sus respectivas familias dan comienzo a su marcha hacia la ciudad de Kufa, para asumir el califato y encabezar así la oposición al segundo Califa Omeya Yazid, que representaba la imagen viva del gobernante injusto y alejado de la línea de moral islámica. A pesar de los llamados de sus seguidores a no acudir con sus familias a Kufa, Husein convencido de la justeza de sus planteamientos y conducta responde antes de partir a su destino “... La muerte es ciertamente para la humanidad, al igual que la traza del collar en el cuello de las mujeres jóvenes. Soy un enamorado de mis ancestros como el entusiasmo de Jacob a José... Todos, quienes vayan a dar tributo de su sangre para nuestro bien y estén preparados para encontrarse con Alá, deben partir con nosotros...”.

Yazid envía contra Husein, en el segundo día de Muharram, una fuerza militar conformada por 40 mil hombres destinados a impedir el paso de Husein a Kufa, quien logra llegar a la planicie de Karbala, a pocos kilómetros de la ciudad de destino. Al día siguiente, el Ejército de Yazid cerca el campamento de Husein aislándolo de todo suministro de agua, tratando de rendirlos por la sed en días de un sol abrasador. Tras varios días de negociaciones, con los seguidores de Ali padeciendo una sed extrema, entre el 9 y el 10 día de Muharram se desencadena la batalla final.

En la noche anterior a la batalla, Husein reunió a sus hombres para recordarles que, como hombres libres, eran también libres de abandonar el campamento, protegidos por las sombras de la noche o de otro modo afrontarían una muerte segura junto a él. Ninguno de los hombres de Husein lo abandonó. Husein sobre su caballo Zuljenah comandó las fuerzas de su menguado pero valeroso ejército en una lucha desigual. Husein y 72 de sus seguidores murieron con él en Karbalá en un sacrificio que lo signa como el mártir por excelencia del mundo chiita.

Más allá de las manifestaciones públicas de dolor, congoja, tristeza ante el martirio del imam Husein, su familia y cercanos, lo que representa el Día de Ashura es la muerte, el entregar la vida si fuese necesario, por valores superiores, pro la dignidad, el valor, la lucha sin tregua por la libertad contra la opresión y los opresores. Tal como tras catorce siglos, los seguidores del Imam Husein lo han hecho contra aquellos que pretenden doblegar el espíritu de los que combaten por la soberanía, la autodeterminación y la integridad de sus pueblos y sus más firmes valores.

Es así como, este 2025, conmemoramos el Día de Ashura en un escenario regional de agresiones contra la República Islámica de Irán que incluso han significado en las últimas semanas el asesinato de mil ciudadanos por ataques arteros, cobardes de la alianza imperial sionista con la fuerte, justa, necesaria y legal respuesta de la nación persa. Un escenario donde la crónica ocupación, colonización y genocidio del pueblo palestino que durante 77 años sufre los crímenes permanentes del régimen sionista israelí y sus aliados occidentales, junto a la traición de monarquías y dictaduras árabes ha significado, en los últimos 22 meses – desde la Operación de la resistencia palestina “Tormenta de Al Aqsa” el genocidio de 200 mil palestinos, esencialmente en la Franja de Gaza y mayoritariamente mujeres y niños (2).

Lo señalado, junto a la destrucción y muerte que el ente nacionalsionista lleva a cabo contra el pueblo del Líbano. Los ataques contra Yemen y su ejemplar defensa y apoyo de Palestina. La desestabilización de Siria y la instalación allí de un poder comandado por terroristas que hasta sólo unos meses eran considerados miembros de DAESH y por los cuales se ofrecían millones de dóalres como es el caso del actual líder en ese país cuyo alias extremista era Abu Mohamed al-Golani, y que hoy conocemos como Ahmed Husein al-Charaa​ pero, es el mismo criminal.

Es en este marco de guerras híbridas contra los pueblos de Asia Occidental, del cual no escapan otros pueblos del mundo, los poderes hegemónicos y arrogantes utilizan sus propias fuerzas y como testaferros a grupos terroristas, es que recordamos Ashura. Como expresión que este concepto recordar (del latín recordis, es decir, volver a pasar por el corazón) es la expresión nítida del estremecimiento que nos sacude a la hora que nuestro corazón, pero también nuestra mente se expresa en múltiples formas. Una de ellas, el llanto frente a la muerte, el martirio, la indignación ante aquellos que oprimen, pero también el catalizar nuestros esfuerzos en combatir esos poderes infames.

Ashura, Karbala, Imam Husein, Arbain, son nombres imperecederos. Allí han estado, son y permanecerán como ejemplo a seguir en materia de combatir la injusticia. Es así como entendemos el martirio, el morir por una causa noble, justa, por un bien social. Es la muerte glorificada en un marco de entereza como ser humano. Sin hipocresía, ni ansias de dominar a otros, sino que aspirar a un mundo, muy distinto a aquel que nos quieren imponer bajo objetivos de superioridad, ambición por territorios, recursos, supremacismo. Hoy, como hace 1345 años, Husein es de aquellos muertos que están vivos con su ejemplo inmortal.

 

Pablo Jofré Leal

Periodista. Analista Internacional

Artículo Para HispanTV.


  1. https://articulo.islamoriente.com/article/arbain-y-sin-embargo-se-mueve
  2. Doy a conocer esta cifra que sobrepasa los números formales que se han entregado pues se trata de muertos directos e indirectos que según estudios realizados por organismos internacionales y medios como la Revista Médica británica The Lancet, el número de víctimas mortales hay que cuadriplicarlas. Efectivamente, en un estudio publicado en The Lancet en julio de 2024 ya estimaban que, por cada muerte contabilizada, habría que añadir cuatro muertes indirectas de guerra. https://www.thelancet.com/journals/lancet/article/PIIS0140-6736(24)01169-3/fulltext