Reducir la creciente presencia de dióxido de carbono en la atmósfera podría ser una tarea encargada a cierto número de islas flotantes construidas especialmente para ese fin, propone un grupo noruego-suizo de científicos, recoge un artículo publicado a principios de esta semana en la revista científica Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS).
Para ello, de acuerdo con la investigación, sería necesario poner en el océano cerca de 3,2 millones de estas islas-fábricas, cuya capacidad de procesamiento superaría la totalidad de las emisiones mundiales provenientes de la quema de combustibles fósiles.
El plan implica el uso de múltiples células fotovoltaicas que convertiría la energía solar en electricidad, que a su vez alimentaría la extracción del dióxido del agua marina. Por medio de una reacción química, el gas se convertiría en metanol, que se podría recoger y transportar como combustible hasta el consumidor final.
Con unas 70 de estas islas artificiales, que cubrirían un área de aproximadamente un kilómetro cuadrado, se conformaría una planta de energía. Las instalaciones podrían ubicarse en zonas con baja probabilidad de huracanes, donde las olas no superen los siete metros de alto y el lecho marino no esté por debajo de 600 metros (para poder anclarlas adecuadamente).
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