La guerra comercial lanzada por Estados Unidos en abril, especialmente contra China como blanco potencial, experimenta un país. Tras los diálogos, representantes de ambas naciones anunciaron que Pekín reducirá del 125 % al 10 % los aranceles sobre productos estadounidenses durante los próximos 3 meses, mientras que Washington hará lo propio desde el 145 % al 30 % para los bienes del gigante asiático.
Las negociaciones arancelarias de Ginebra se produjeron tras poco más de un mes del alza de las tarifas. Pero en ese lapso temporal, EE. UU. registró un déficit comercial considerable y la contracción de su El producto interior bruto (PIB), demostrando su gran dependencia de productos chinos.
Y ¿cómo ven los ciudadanos este nuevo episodio en la contienda arancelaria? Definitivamente como un beneficio para el consumidor final
En abril pasado, Donald Trump lanzó una cruzada arancelaria contra productos chinos; sin embargo, ese propio mes las exportaciones del gigante asiático aumentaron un 8,1 % interanual. Pekín limitó las exportaciones a EE.UU. y redirigió su comercio exterior hacia Vietnam, Malasia o Corea del Sur. Aunque los altos gravámenes buscaban dañar la economía china, esta última cuenta con escudos que la blindan: diversificación geográfica, vasta producción, bajos costos y alta calidad. Ante tal escenario, EE. UU., sin otra opción, tuvo que pausar su ofensiva económica.
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