Los miles de refugiados que viajan hacia los países del norte de Europa a través de Serbia, Croacia y Hungría, suben a autobuses que no saben a donde les llevan, y nadie les asegura que no se queden bloqueados en un repentino cierre de frontera.
La actuación descoordinada de Europa ante la avalancha de refugiados empuja a miles de migrantes de una frontera a otra sin saber con certeza cuál es su destino o si serán admitidos en el siguiente país del camino antes de que cierre inesperadamente la frontera o cambie de política de asilo.
Cada hora, 200 refugiados cruzan a pie la frontera desde Serbia hacia Croacia. Casi la mitad huye de la guerra Siria, y también vienen de Irak, Afganistán y Eritrea. Aquí son recogidos en transporte sin destino claro: ni lo sabe ellos, ni las autoridades.
La actual oleada migratoria responde al temor de los volátiles cambios en las decisiones sobre acogida de los países europeos.
Mientras Hungría construye una valla, que extiende hacia frontera con países europeos, Croacia cierra y abre la suya intermitentemente y Eslovenia rechaza algunas llegadas de refugiados. Austria, dice ahora, no puede acoger más refugiados.
Raquel González, Viena.
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