Publicada: lunes, 4 de agosto de 2025 19:31

El mes pasado, durante la guerra de agresión del régimen israelí y Estados Unidos, Irán lanzó un rayo —no desde sus silos de misiles, sino desde sus centros de mando de inteligencia.

Por: Masud Jalili *

El lunes, el Ministerio de Inteligencia de Irán proporcionó detalles sobre el golpe de contrainteligencia que logró durante la guerra no provocada de 12 días, sorprendiendo a muchos.

En un comunicado, el ministerio expuso con claridad la magnitud total de sus victorias en materia de contrainteligencia.

Lo que se reveló fue una auténtica revelación: mientras las fuerzas enemigas hostiles intentaban infiltrarse en Irán durante la guerra, ellas mismas estaban siendo infiltradas. El cazador, en realidad, había sido cazado desde el principio.

En respuesta a las intrusiones sigilosas del régimen sionista —una guerra en la sombra por derecho propio—, Irán contraatacó con precisión, lanzando profundas operaciones de contraespionaje en los territorios palestinos ocupados.

El mensaje fue inequívoco: la infiltración no quedaría sin respuesta. Aquellos que se pusieron al servicio del enemigo —colaboradores incrustados en las capas de la traición— fueron desenmascarados y detenidos. Incluso los activos cuidadosamente preparados de la agencia de espionaje israelí, el Mossad, que operaban bajo múltiples capas de secreto, fueron localizados, sus misiones interrumpidas y sus redes desmanteladas.

Cuando se disipó el polvo, 20 operativos vinculados al Mossad habían sido arrestados en 13 provincias iraníes.

Incluso durante el transcurso mismo de la guerra, ya comenzaban a surgir señales —señales que, en retrospectiva, reivindican los logros del ministerio.

Los informes del conflicto muestran cómo, mientras los misiles iraníes surcaban el cielo, el aparato de seguridad interna del país también estaba activo. El 16 de junio, el Ministerio de Inteligencia y unidades del Cuerpo de Guardianes de la Revolución Islámica (CGRI) derribaron tres drones hostiles cerca de Malayer, en el oeste de Irán, protegiendo infraestructuras críticas.

Un día después, se reveló que 28 operativos vinculados al régimen sionista habían sido arrestados en la capital, Teherán, portando explosivos y equipos de vigilancia.

 

Ahora bien, volviendo al comunicado del ministerio: la entidad sionista y sus patrocinadores estadounidenses intentaron además desestabilizar a Irán desde dentro, sembrando divisiones sectarias, reviviendo el cadáver de la nostalgia monárquica y desatando escuadrones de la muerte takfiríes en las fronteras.

Pero nada de eso funcionó tampoco.

Con una precisión extraordinaria, las fuerzas de inteligencia iraníes desmantelaron los núcleos operativos de Daesh y otras facciones takfiríes, arrestaron a decenas de sus soldados rasos y neutralizaron sus planes terroristas antes de que pudieran ponerse en marcha y derramar sangre inocente.

Junto a ellos, operativos monárquicos vinculados al hijo irrelevante del exdictador, Reza Pahlavi, fueron capturados in fraganti, y su campaña delirante por revivir la tiranía fue desbaratada.

Estos intentos no constituían una oposición genuina. Fueron comprados mediante la subversión, importados por los canales clandestinos del Mossad y otras agencias de espionaje, e inyectados como un virus.

Y no terminó ahí. Los ejércitos digitales del enemigo también libraron una guerra psicológica para fracturar la unidad iraní, utilizando las redes sociales como campo de batalla para fomentar la desesperanza y la división.

Una vez más, los operativos iraníes se adelantaron dos pasos, rastreando, identificando y desmantelando bandas de agitadores digitales y grupos de sabotaje cibernético antes de que pudieran dañar la infraestructura tecnológica del país.

Quizás lo más escalofriante fue el complot frustrado para asesinar a 35 altos funcionarios iraníes. Que estas conspiraciones hayan sido descubiertas y neutralizadas antes de que se disparara una sola bala habla de la vigilancia de un sistema asediado por Occidente, pero no derrotado.

En una era donde la guerra trasciende fronteras, balas y bombas, la doctrina de defensa de la República Islámica ha evolucionado, y eso quedó a la vista durante estos 12 días de agresión.

Ya no termina en la línea del frente. Se adentra profundamente en las mentes, las redes y las intenciones. El golpe de inteligencia llevado a cabo por Irán nos recuerda que la verdadera guerra no siempre se televisa.

Lecciones clave que deja:

1. La República Islámica puede estar siendo vigilada, pero también vigila. Y no parpadea jamás.

2. Incluso cuando la República Islámica sangra, no se quiebra. Incluso cuando es atacada en todos los frentes —militar, cultural, psicológico— se adapta, responde y prevalece.

3. En estas victorias silenciosas reside la verdadera fortaleza de una nación enraizada en la fe, la historia y la voluntad inquebrantable de resistir.

Cabe señalar, además, que las raíces de estas exitosas contraofensivas son profundas: las operaciones de contraespionaje de Irán contra la entidad sionista.

 

Esas operaciones alcanzaron su punto culminante en junio.

Tan solo unas semanas antes de la guerra, los operativos de inteligencia iraní lograron una “obra maestra de inteligencia”: la incautación de un vasto archivo de documentos nucleares y estratégicos israelíes.

El botín incluía datos sensibles del complejo de Dimona, exponiendo de manera efectiva el centro neurálgico del arsenal nuclear no declarado de la entidad.

El mensaje para Tel Aviv y sus patrocinadores en Washington fue claro: Irán ya no espera a ser atacado. Opera dentro del territorio enemigo, dentro de sus pensamientos, de sus salas de guerra y de sus ilusiones de seguridad.

El liderazgo iraní no necesitó alardear. Los documentos hablaron por sí mismos.

El 9 de junio, el Consejo Supremo de Seguridad Nacional de Irán declaró que ahora posee un “banco de objetivos sionistas”: no amenazas retóricas, sino coordenadas mapeadas, recopiladas a partir de los propios archivos del enemigo.

Durante años, los centros de análisis occidentales y los generales israelíes retrataron a la comunidad de inteligencia iraní como rígida, reactiva y burocráticamente saturada. Esa mentira puede ser enterrada de una vez por todas.

La contribución de las bases populares iraníes a estas victorias no debe ser ni subestimada ni minimizada bajo ningún concepto.

No fueron reclutados para estar vigilantes. Se ofrecieron voluntariamente. Alertaron a las autoridades, resistieron la guerra psicológica y se convirtieron en los ojos y oídos de una nación sitiada.

En el plano defensivo y de represalia, el país también actuó de manera sin precedentes. Cientos de misiles balísticos, incluidos modelos hipersónicos, y cientos de drones fueron lanzados hacia los territorios palestinos ocupados, atravesando los tan celebrados sistemas antimisiles del régimen israelí.

Existen guerras de misiles y existen guerras de mentes. Irán ha ganado ambas, de forma decisiva.

 

* Masud Jalili es escritor y comentarista de asuntos estratégicos basado en Teherán.


Texto recogido de un artículo publicado en PressTV.