Publicada: domingo, 4 de mayo de 2025 21:29

EE.UU. ha intensificado considerablemente su presencia militar en Asia Occidental, desplegando activos adicionales en medio de una creciente tensión con Irán.

Por: Mohammad Khatibi

EE.UU. ha intensificado considerablemente su presencia militar en Asia Occidental, desplegando activos adicionales en medio de una creciente tensión con Irán.

Aunque Washington afirma promover el compromiso diplomático, sus acciones reflejan lo contrario: mantiene e incrementa las sanciones contra Irán, intensifica los bombardeos sobre Yemen, amenaza al Movimiento de Resistencia Islámica de El Líbano (Hezbolá) y facilita activamente el genocidio en curso en Gaza.

Todo esto responde a una estrategia más amplia de coerción e intimidación heredada de la administración de Donald Trump. Sin embargo, la desescalada en la región aún es posible si se logra un alto el fuego en Gaza, como lo demostraron las pausas temporales previas en la guerra genocida que comenzó en octubre de 2023.

Asimismo, los estadounidenses deben entender que la influencia de Irán en la región y su respaldo a la justa y noble causa palestina son factores innegables que no pueden ser simplemente eliminados de la ecuación regional.

Desde que Washington se retiró unilateralmente del Plan Integral de Acción Conjunta (JCPOA o PIAC, por sus siglas en ingles), también conocido como el acuerdo nuclear con Irán, en mayo de 2018, su política hacia Teherán ha girado en torno a la llamada campaña de “máxima presión”, concebida originalmente por Donald Trump.

El objetivo de dicha campaña era paralizar la economía iraní y forzar a Teherán a someterse mediante estrangulamiento económico y aislamiento diplomático.

No obstante, Irán desafió las expectativas, fortaleciendo sus lazos con potencias regionales como China, Rusia y el amplio Sur Global. Teherán se incorporó al grupo BRICS y se convirtió en miembro de la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS). También firmó pactos de cooperación a largo plazo con Moscú y Pekín en los últimos años, desvinculando sus intereses nacionales del JCPOA.

En años recientes, Irán ha demostrado resiliencia al mantener sus exportaciones de crudo a pesar de las sanciones y restricciones comerciales, empleando diversas estrategias de adaptación. Entre ellas se incluyen el uso de empresas intermediarias, complejos esquemas de transporte marítimo y estructuras de precios competitivos.

Estas medidas reflejan la dinámica más amplia de la geopolítica energética, en la que los países sometidos a presiones externas desarrollan mecanismos alternativos para preservar su estabilidad económica.

Tales métodos también han sido empleados por otras naciones sometidas a sanciones estadounidenses.

Pese a las sanciones draconianas, Teherán ha evidenciado una notable capacidad de adaptación, estableciendo nuevos canales económicos y consolidando su influencia regional.

Paralelamente, su compromiso inquebrantable con el eje de la resistencia se ha mantenido y fortalecido en medio de la guerra genocida en curso contra los palestinos en la Franja de Gaza.

La continuidad de la llamada campaña de “máxima presión” ha tenido escaso impacto para frenar las maniobras estratégicas de Irán o para debilitar las capacidades operativas de sus aliados regionales, quienes actúan de manera independiente, en contra de lo que sostienen los neoconservadores occidentales.

 

La capacidad de Irán para sortear las presiones económicas mientras conserva sus alianzas estratégicas demuestra su influencia perdurable. A medida que el panorama geopolítico sigue evolucionando, la capacidad de Teherán para adaptarse y afirmar su papel en la región pone de relieve la complejidad del entramado de seguridad y diplomacia en la región de Asia Occidental.

En cuanto al Eje de la Resistencia, Hezbolá, junto con otros movimientos regionales como las Unidades de Movilización Popular (Al-Hashad Al-Shabi, en árabe) de Irak, continúa siendo una fuerza formidable capaz de enfrentar las conspiraciones estadounidenses e israelíes.

Su resiliencia ha quedado demostrada desde la histórica operación Tormenta de Al-Aqsa, cuando el movimiento de Resistencia Islámica de Palestina (HAMAS), con base en Gaza, desmanteló el mito de la invencibilidad militar y de inteligencia israelí. En los últimos 19 meses, el Eje de la Resistencia se ha consolidado como una fuerza que no puede ser ignorada.

Por otro lado, la agresión de Washington contra Yemen también ha tenido un costo financiero considerable, con estimaciones que indican casi mil millones de dólares gastados en apenas un mes.

Informes del medio The Week señalan que solo el costo de la munición superó los 200 millones de dólares, mientras que los gastos operativos más amplios —incluyendo despliegues navales, labores de inteligencia y apoyo logístico— han contribuido al incremento del gasto.

Analistas del Instituto para el Estudio de la Guerra también han evaluado la carga financiera, expresando preocupación por la sostenibilidad de aventuras militares prolongadas, especialmente frente a las tácticas yemeníes, que se basan en drones y misiles de bajo costo que requieren contramedidas costosas.

Yemen ha demostrado su capacidad de atacar a voluntad si se le provoca. El pasado domingo, esta capacidad quedó nuevamente en evidencia cuando un misil balístico yemení eludió los sistemas militares israelíes e impactó en el Aeropuerto Ben Gurion.

La expansión de la presencia militar estadounidense está directamente ligada a su campaña de presión sobre Irán, y sus nuevos despliegues no hacen más que intensificar las tensiones regionales.

Las recientes amenazas de Trump contra Irán en medio de las negociaciones nucleares indirectas son otro ejemplo clásico del funcionamiento de la política exterior estadounidense, y Teherán lo sabe bien.

 

Irán ha demostrado que sigue abierto a la diplomacia, pero también está preparado para cualquier tipo de escalada. En caso de aventuras militares, las contramedidas iraníes podrían ir más allá de los ataques a bases militares estadounidenses, incluyendo la posible interrupción de rutas petroleras en el Golfo Pérsico y represalias contra actores regionales cómplices de los complots estadounidenses.

Funcionarios iraníes han reiterado la magnitud de la capacidad disuasiva del país, advirtiendo que cualquier ataque conllevaría consecuencias severas para sus adversarios, incluidos Estados Unidos.

El presidente del Parlamento iraní, Mohamad Baqer Qalibaf, describió recientemente las bases estadounidenses en la región como “barriles de pólvora”, afirmando que podrían convertirse en objetivos potenciales en caso de una escalada militar.

Cualquier intento de atacar la infraestructura nuclear iraní sería enfrentado con una resistencia férrea, haciendo que las represalias no solo sean necesarias, sino sumamente costosas para los agresores.

Altos mandos militares iraníes también han destacado la capacidad de las fuerzas armadas del país para perturbar el tráfico marítimo en el estrecho de Ormuz, lo que pondría en riesgo los mercados energéticos globales y reforzaría el apalancamiento estratégico de Irán.

Más allá de los enfrentamientos militares directos, la doctrina de defensa iraní se basa en una combinación de capacidades convencionales y guerra asimétrica. El programa de misiles balísticos del país sigue siendo un pilar clave de su estrategia de disuasión, permitiéndole lanzar ataques precisos sobre bases e infraestructuras enemigas.

Las fuerzas navales iraníes, en particular su flota de pequeñas embarcaciones de ataque y submarinos, están equipadas para desafiar a las fuerzas enemigas en el mar y restringir sus movimientos en el Golfo Pérsico.

Los aliados regionales de Irán también pueden desempeñar un papel vital en este entramado. Esta red compleja de aliados proporciona al Eje de la Resistencia una profundidad estratégica. Los funcionarios iraníes insisten en que cualquier acción militar contra el país desencadenaría contramedidas sostenidas, intensificando las tensiones en múltiples frentes y consolidando la posición de Teherán como un actor regional formidable.

Así, la dependencia de Washington en la coerción, en lugar de la diplomacia con Teherán, amenaza con agravar aún más la inestabilidad en Asia Occidental. La pelota está en el tejado de Estados Unidos. Irán está preparado para cualquier eventualidad.

* Mohammad Khatibi es un escritor radicado en Teherán y estudiante universitario.


Texto recogido de un artículo publicado en Press TV.