El Instituto Internacional de Estudios para la Paz, con sede en Suecia, ha divulgado que EE.UU. va a la cabeza en la exportación de armas. Sus ventas representan el 40 por ciento de todo el comercio de armamento del mundo, según un estudio.
Entre 2018 y 2022 se reporta un crecimiento del 14 por ciento. Se entregaron armas estadounidenses a 103 países, y el 41 por ciento se destinó a Asia Occidental, apuntó el análisis.
El desmedido abastecimiento de los implementos bélicos por parte de Estados Unidos suscita preocupación incluso dentro de la propia nación norteamericana, donde disimiles voces alertan cómo esas ventas solo estimulan los conflictos.
Wiliam Hartung, investigador del Quincy Institute for Responsible Statecraft, con sede en Washington, calificó a la nación norteamericana como el traficante de armas más grande del mundo, con toda la responsabilidad que eso conlleva.
A juicio del experto, los impactos del comercio mundial de armas no tienen que ver solo con el volumen entregado, sino con cómo esos implementos son utilizados, y la medida en que pueden alimentar las conflagraciones.
El mismo instituto reveló además una falta pronunciada de transparencia sobre el papel del equipamiento castrense, algunos de los cuales son ofrecidas a estados que cometen graves abusos contra los derechos humanos.
“Continuar brindando grandes cantidades de ayuda militar a Israel en ausencia de una estrategia diplomática para promover la paz en la región es una receta para perpetuar un conflicto que continuará provocando desestabilización”, refirió el análisis.
En este punto, advirtió que Estados Unidos sigue brindando suministros bélicos a los agresores de los palestinos a pesar de la larga historia de ataques desproporcionados en Gaza, con un saldo de miles de muertos y daños civiles inmensos.
Añadió igualmente que la facilitación de armamento a Ucrania, sin una estrategia diplomática para poner fin al conflicto con Rusia, corre el riesgo de alargar el diferendo, acrecentar el sufrimiento humanitario, o incluso escalar a una confrontación directa entre Washington y Moscú.
En relación con Taiwán, señaló, la postura estadounidense debería ser política, no militar, además de ratificar su adhesión a la política de respetar “una sola China”.
En este aspecto, esclareció igualmente, la administración del presidente Joe Biden es un ejemplo más de continuidad que de cambio en relación con las políticas de las dos administraciones anteriores.
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