“Un país que ni siquiera puede salvaguardar su propia democracia de puertas para adentro (…) no puede ir reclamando por allí su liderazgo en la defensa de la democracia en el mundo”, así inicia la politóloga Emma Ashford su artículo escrito para la revista estadounidense Foreign Policy.
La columnista hacía referencia a los incidentes registrados en la tarde del miércoles, cuando un grupo de manifestantes, arengados por el presidente saliente de EE.UU., Donald Trump con su discurso repetitivo de denuncias de fraude electoral, marcharon hacia el Capitolio, situado en Washington D.C., irrumpiendo por la fuerza dentro del edificio y suspendieron por unas horas una sesión conjunta del Senado y la Cámara de Representantes en la que los legisladores querían certificar la victoria del presidente electo, Joe Biden, en las elecciones del pasado 3 de noviembre.
Tras referirse al asalto violento de la turba, enardecida por Trump, Ashford señala que para quienes atestiguaron los hechos en todo el mundo, “Estados Unidos se había convertido en lo que los líderes estadounidenses tan a menudo vienen denunciando y rechazando: una democracia débil incapaz de evitar que la violencia y el derramamiento de sangre manche la imagen de una transición de poder de un presidente a otro”.
La violencia registrada dentro del Capitolio es una señal de cuán rotos y desfasados están las estrategias de política exterior de Washington, sostiene la investigadora en temas de defensa y política exterior, para luego agregar que esta situación ha puesto en evidencia la falta de autoridad moral y el liderazgo global de Estados Unidos, cuyas autoridades alardean de su capacidad para liderar dicha empresa.
Dicho esto, añade que, no obstante, durante los cuatro años del mandato de Trump este mismo liderazgo mencionado de EE.UU. ha estado sufriendo un daño irreversible, por las medidas populistas y unilaterales impulsadas desde la Casa Blanca.
Y si bien es cierto que la agitación política que ha asolado al país norteamericano desde noviembre dificultará que Estados Unidos pueda efectuar un liderazgo de forma más ambiciosa en defensa de la democracia en el mundo, anotó en su artículo.
Para ser claros, escribe la también experta en seguridad a nivel internacional y política energética, que los sucesos durante la toma del Congreso dejan al descubierto una falla central en la política exterior de Estados Unidos a día de hoy, ya que, anota, “los ambiciosos objetivos de política exterior están completamente fuera de sintonía con las realidades de la disfunción política y económica interna del país”.
Esta coyuntura, según ella, aumenta la probabilidad de que otros países del mundo comiencen a ver a EE.UU. como un factor de riesgo en la esfera internacional más que como un elemento estabilizador.
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