Desde hace algunas semanas, el brote del nuevo coronavirus, denominado COVID-19 se está extendiendo a nivel mundial y, hasta ahora, ha contagiado a más de 215 000 personas en más de 165 países, entre ellos Irán.
En esta coyuntura, pese a que la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha catalogado al virus letal de “pandemia”, el Gobierno de Donald Trump ha impuesto un paquete de sanciones unilaterales e inhumanas contra Irán que afectan directamente a la salud del pueblo persa.
El Departamento de Estado estadounidense, en un comunicado emitido el miércoles, indicó que las sanciones están destinadas a “privar a Irán de ingresos críticos de su industria petroquímica y promover su aislamiento económico y diplomático”. “Estados Unidos continuará aplicando plenamente las sanciones”, agregó.
Por las nuevas sanciones ilegales estadounidenses, el Gobierno iraní no puede satisfacer necesidades básicas, como medicinas, equipos médicos y comida, debido a que el sistema de control de bienes exteriores —la Oficina para el Control de Bienes Extranjeros (OFAC, por sus siglas en inglés)— controla todas las transacciones y no permite las importaciones al país persa.
En este sentido, desde varios países soberanos, entre ellos Rusia y China, han enviado varios mensajes en rechazo a las sanciones inmorales impuestas por Estados Unidos al país persa y han exigido que deben levantarse lo antes posible para evitar la interferencia en la lucha contra la pandemia de COVID-19.
Sin embargo, la Administración del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, insiste en mantener al día su campaña de “máxima presión” contra el país persa.
Las autoridades iraníes han denunciado una y otra vez el impacto negativo del “terrorismo económico” de Washington contra el sector de la salud iraní. Las sanciones estadounidenses dificultan las importaciones de medicamentos, equipos médicos y alimentos.
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