El inicio de la campaña militar contra la minoría rohingya cumple un año. Continúa la miseria de esta etnia que ha huido de la violencia en Myanmar, vive en un campo de refugiados en Bangladés y enfrenta un futuro incierto.
Las organizaciones humanitarias dicen que este aniversario marca un hito vergonzoso mientras que los responsables detrás del sufrimiento de los rohingyas no han enfrentado la justicia o rendido cuentas por sus atrocidades. También denuncian la falta de condiciones para que comiencen a retornar, con plenos derechos, los refugiados a territorio birmano.
La represión internacional llevó a las autoridades de Mynamar a firmar, el pasado 23 de noviembre, un acuerdo con Bangladés por el que comenzarían en tres meses a repatriar a los miembros de la minoría, pero ocho meses después ese regreso aún no ha comenzado.
La campaña militar forzó a más de 700 mil mujeres, hombres y niños rohingyas a huir del estado de Rajine hacia Bangladés a partir del 25 de agosto de 2017. La Organización de las Naciones Unidas (ONU) y otras organizaciones humanitarias criticaron duramente la ofensiva que incluyó matanzas, violaciones y quema de aldeas, y las calificaron de limpieza étnica con indicios de genocidio, algo que el Ejército birmano siempre negó.
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