“Hoy, la Administración de Biden está tomando medidas para imponer costos a Rusia por las acciones de su Gobierno y servicios de inteligencia contra la soberanía y los intereses de Estados Unidos”, informa este jueves la página web de la Casa Blanca.
Asimismo, detalla el texto, los nuevos embargos contra Moscú incluyen la expulsión de diez funcionarios de la embajada de Rusia en Washington D.C., capital estadounidense y apuntan a 16 entidades y 16 individuos, supuestamente involucrados en la injerencia en las presidenciales de 2020 en EE.UU.
En esta misma línea, el Departamento del Tesoro de Estados Unidos ha establecido medidas coercitivas contra seis empresas rusas por su presunto papel en el hackeo de la compañía tecnológica SolarWinds, acusándola de participar en “actividades cibernéticas malignas”.
“Esta directiva otorga la facultad al Gobierno estadounidense de expandir sanciones contra la deuda soberana de Rusia mientras sea necesario”, se lee en el comunicado de la Casa Blanca.
Igualmente, las medidas estadounidenses prohíben a las instituciones del país participar en el mercado primario de bonos que emitan a partir del próximo 14 de junio el Banco Central de Rusia, el Banco Central de Rusia, el Fondo de Bienestar Nacional ruso o el Ministerio de Finanzas de ese país, o prestar fondos a esas instituciones.
Es más, la Administración norteamericana ha impuesto sanciones contra ocho individuos y entidades rusos, acusándolos de “ocupar” la península de Crimea, que se reincorporó a Rusia tras la celebración de un referéndum en marzo de 2014.
Argumentando que Rusia lleva a cabo “actividades dañinas” contra Washington, el comunicado amenaza que EE.UU. impondrá costos de manera estratégica y “económicamente impactante”, si Moscú continúa sus acciones “internacionales desestabilizadoras”.
Rusia tacha de infundadas las acusaciones que Estados Unidos que plantea en su contra sobre la supuesta injerencia electoral y asevera que Washington está tratando de “culpar a actores externos de la desestabilización de la situación dentro del país”.
Asimismo, rechaza cualquier implicación en ataques cibernéticos contra el país norteamericano, enfatizando que este último no debería culpar a los rusos, pues, desde hace meses, viene sufriendo una serie de ataques cibernéticos sin poder resolverlos.
De hecho, la tensión entre los dos países comenzó tras la crisis de 2014 en el este de Ucrania. Desde entonces, Moscú y Washington no dudan en revelar casos que perjudican la supuesta reputación que tienen a nivel internacional.
Moscú acusa a EE.UU. de aprovecharse de cualquier suceso para generar y propagar la rusofobia en el mundo y, de este modo, afectar a la opinión pública.
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