La expansión de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, liderada por Estados Unidos, hacia las fronteras rusas alentó la tensión entre Rusia y el Occidente, que se condujo hacia un conflicto en la vecina Ucrania. Rusia echó la culpa al Occidente. En la Conferencia de Desarme de las Naciones Unidas, celebrada en la ciudad suiza de Ginebra, el canciller ruso, Serguéi Lavrov, exigió una región libre de armas nucleares de Estados Unidos.
Lavrov aprovechó la ocasión para alertar sobre la posibilidad de que Ucrania, que aún posee tecnologías soviéticas, pueda alcanzar sus propias armas nucleares. Explicó que las operaciones militares en desarrollo buscan impedir la amenaza nuclear de Kiev. Rusia aseguró que ni las sanciones lograrán alterar esa postura.
Ante tal coyuntura, Ucrania volvió a recurrir a sus socios occidentales. El ministro ucrania de Exteriores, Dimitro Kuleba, afirmó que apoyar el Ejército ucraniano es la obligación moral y deber político de la OTAN. El presidente, Volodimir Zelensky, a su vez, exigió el apoyo de Europa.
El presidente de Rusia, Vladímir Putin, anunció en la madrugada del 24 de febrero el lanzamiento de una operación militar especial en Ucrania. El conflicto, no obstante, dejó, hasta la fecha, casi un millón de desplazados internos y otros 677 000 desplazados externos, según los datos del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados.
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