Por: Musa Iqbal *
En sus etapas aparentemente deterioradas, el exceso se manifiesta en sus crecientes contradicciones, ahora exhibidas como un bochornoso teatro político.
La alianza, en su momento celebrada, entre el multimillonario estadounidense de la tecnología Elon Musk y el estafador convertido en presidente de EE.UU., Donald Trump —dos pilares del exceso capitalista— ha implosionado en un patético colapso público y disputa, exponiendo la fragilidad de su unión y las contradicciones más profundas del Imperio.
El episodio también ilustra que incluso dentro de un frente político aparentemente unificado, la clase capitalista solo está interesada en sus propios avances financieros personales.
Las consecuencias de este conflicto se dieron en los proyectos de redes sociales de cada uno de los multimillonarios, con Musk publicando ataques en X (que compró en 2022) y Trump respondiendo en Truth Social (lanzado en 2022).
Musk, un firme partidario del Partido Demócrata hasta hace pocos años, se transformó públicamente en un ardiente y vocal seguidor de Donald Trump y del Partido Republicano, elogiando la llamada “cruzada” de este último contra las políticas liberales, tanto sociales como políticas.
Su apoyo vocal al presidente estadounidense, dos veces megalómano, se convirtió en apoyo financiero, donando aproximadamente 288 millones de dólares a la campaña de Trump y sus aliados.
A cambio de su inversión, Trump invitó a Musk a hablar en múltiples actos de campaña antes de su victoria electoral, y tras ganar la carrera, permitió a Musk crear “DOGE” o el “Departamento de Eficiencia Gubernamental” —un proyecto reaccionario destinado a atacar el gasto social, la investigación científica y disolver los departamentos que mantienen lo poco que queda del sistema de seguridad social en Estados Unidos.
La instalación de Musk como jefe de “DOGE” —una misión en lo que Trump y sus seguidores denominaron como una iniciativa para recortar el gasto público y disolver el “gran gobierno”— sería irónicamente el supuesto núcleo de la ruptura Trump-Musk, emparejada con la guerra comercial de Trump contra China.
Es importante para Musk posicionarse como un campeón libertario que se opone al gasto gubernamental, justificando la creación de DOGE. Sin embargo, el exceso de gasto no es realmente la razón por la cual Musk denunció públicamente el proyecto de ley, llamándolo “una abominación”.
La realidad es que, a pesar de que el proyecto de ley otorga enormes recortes fiscales a los ultrarricos como Musk, las cláusulas y políticas sobre aranceles son las que potencialmente amenazan los numerosos proyectos de Musk, como Tesla y SpaceX, ya que importan materiales clave desde países afectados, específicamente China.
El proyecto de ley de Trump haría que la producción en los diversos proyectos de Musk fuera bastante cara, lo que podría incluso paralizar algunos de ellos. El impacto negativo ya se demostró a principios de abril, lo que resultó en la caída de las acciones de Tesla. Musk desea una política sólida que no entre en conflicto con sus propios proyectos.
Con el insulto abierto de Musk y su desafío a la agenda legislativa de Trump, violó la regla tácita de su asociación: lealtad a Trump.
Trump, siempre exigiendo lealtad total e inquebrantable, respondió utilizando el poder coercitivo del estado, amenazando con paralizar el imperio empresarial de Musk al revocar los contratos estatales (de los cuales Trump obtiene miles de millones a través de iniciativas como SpaceX), revelando ligeramente las verdaderas intenciones del multimillonario tecnológico.
🤜🏻🇺🇸 Disputa entre #Trump y Elon #Musk estalla
— HispanTV (@Nexo_Latino) June 5, 2025
💬 "Mira, Elon y yo teníamos una gran relación. No sé si la tendremos más", dijo Trump en la Oficina Oval.
👉🏻 Lo que vino después fue una pelea en línea de proporciones sin precedentes. pic.twitter.com/QfX1jp7x1a
Musk aumentó la apuesta, publicando en X que Trump no había liberado los muy solicitados “Archivos Epstein” porque él mismo está implicado en ellos, sugiriendo posiblemente que estuvo involucrado en actividades ilícitas con el fallecido traficante de niños. La publicación ahora ha sido eliminada.
Lo más sorprendente fue que Musk tuiteó que apoyaría un juicio político contra Trump y respaldaría al vicepresidente JD Vance para reemplazarlo. JD Vance es el favorito de la clase capitalista tecnocrática de Silicon Valley, incluidos los sionistas como Peter Thiel.
El apoyo de Musk a Vance señala una creciente tendencia en la competencia y cooperación dentro de la clase dominante en Estados Unidos, con los multimillonarios tecnológicos representando la “nueva riqueza” que busca derrocar a los oligarcas industriales y financieros tradicionales. Vance es un representante directo de la clase de los multimillonarios tecnológicos.
Por lo tanto, el drama no se reduce solo al ego de dos hombres infantiles. Esta es una observación superficial. El verdadero motor de esta disputa es el mismo motor que impulsa cualquier otra iniciativa bajo el imperialismo: la búsqueda ininterrumpida de la riqueza personal.
Mientras la agenda de Trump no interfiriera con el beneficio personal de Musk, él podría y seguiría siendo un ferviente apoyo de dicha agenda.
Pero, con el propio beneficio personal de Trump siendo amenazado por los avances de China en campos clave (manufactura, tecnología), los aranceles de Trump ahora chocan con las aventuras comerciales de Musk.
Aunque los dos multimillonarios proyectan motivaciones aparentemente basadas en agendas políticas que benefician a los negocios estadounidenses, todo esto no es más que una cobertura política para sus propias motivaciones codiciosas.
¿Qué vendrá después? A menos que los dos encuentren un terreno común para perseguir sus ganancias sin restricciones, lo más probable es que el resultado sea una prolongada “fría enemistad” entre ambos. Musk ya está incitando a sus seguidores a apoyar la creación de un “nuevo partido”, aprovechando su riqueza y plataforma para socavar a Trump, y, por supuesto, Trump usando los resortes económicos y legislativos del estado para tomar represalias.
Los daños colaterales —económicos, políticos y sociales— serán soportados por el pueblo estadounidense, que es simplemente un espectador en esta lucha de poder entre élites.
* Musa Iqbal es un investigador y escritor con sede en Boston, especializado en política interna y exterior de Estados Unidos.
Texto recogido de un artículo publicado en Press TV.