• El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu. (Foto: Getty Images)
Publicada: domingo, 8 de junio de 2025 18:55

En el marco de su estrategia colonial en Gaza, Israel ha intensificado sus esfuerzos por desmantelar la estructura de gobierno de HAMAS y sustituirla por un órgano de administración bajo su tutela directa.

Por Xavier Villar

Esta política se inscribe en un prolongado proceso de ocupación que no solo niega cualquier forma de soberanía palestina, sino que también ha adoptado métodos controvertidos, entre ellos el respaldo a grupos armados vinculados al autodenominado Estado Islámico (Daesh).

Según ha podido confirmar una fuente de seguridad regional, el Ejército israelí había intentado inicialmente negociar con tribus locales en Rafah para contener el poder de HAMAS en esa zona estratégica al sur de Gaza. Sin embargo, el fracaso de esas negociaciones llevó a las autoridades israelíes a apoyar y armar a milicias afines a Daesh, con el argumento de que estas agrupaciones podrían aliviar las bajas de sus propias tropas y acelerar el colapso del control de HAMAS.

La milicia de Abu Shabab: un aliado incómodo

La milicia en cuestión está formada en su mayoría por combatientes beduinos locales, muchos de ellos con antecedentes delictivos y supuestos vínculos ideológicos con Daesh. Al frente de este grupo se encuentra Yasser Abu Shabab, un personaje controvertido y con un historial que incluye detenciones en Gaza por delitos como robo. El Consejo Europeo de Relaciones Exteriores (ECFR) lo describe como líder de una “banda criminal” responsable del saqueo de camiones de ayuda humanitaria.

Los medios locales han vinculado a Abu Shabab con el clan beduino Hamashah, un poderoso grupo en Rafah, y lo señalan como un actor que opera bajo los nombres “Las Fuerzas Populares” y “La Unidad Antiterrorista”. Estas organizaciones han sido acusadas por la población palestina no solo de colaborar con el ejército israelí, sino también de sembrar el caos y la inseguridad en la zona bajo el pretexto de combatir a HAMAS.

El reconocimiento explícito de Israel

En un giro significativo, Avigdor Lieberman, líder del partido israelí “Israel Nuestra Casa” y exministro de Defensa, admitió recientemente en una entrevista televisiva que el gobierno israelí, con la aprobación del primer ministro Benjamín Netanyahu, está transfiriendo armas a grupos afines a Daesh en Rafah. Según Lieberman, este respaldo incluye armas ligeras y equipo ofensivo para que estas milicias puedan enfrentarse a HAMAS en una guerra paralela.

El propio Netanyahu confirmó indirectamente esta estrategia en una declaración al medio público Kan: “¿Qué fue lo que filtró Lieberman? ¿Que fuentes de seguridad activaron a un clan en Gaza que se opone a HAMAS? ¿Qué tiene eso de malo? Es algo bueno: está salvando la vida de los soldados israelíes.” Esta admisión revela la naturaleza de la política israelí, que prioriza la utilización de la violencia constante sobre cualquier perspectiva de paz o estabilidad.

Violaciones y abusos bajo la cobertura militar

El periodista palestino Younis Tirawi ha documentado cómo el grupo liderado por Abu Shabab ha cometido secuestros y llevado a cabo interrogatorios bajo la supervisión del ejército israelí. En varios casos, personas fueron atraídas bajo el pretexto de recibir ayuda humanitaria y luego sus familias fueron presionadas para entregar información sobre miembros de HAMAS a cambio de su liberación.

El respaldo israelí a esta milicia se traduce en una complicidad directa con el saqueo de ayuda destinada a una población que sufre una crisis humanitaria severa. En efecto, mientras Gaza enfrenta una de las peores hambrunas y bloqueos en su historia reciente, Israel armar y proteger a quienes roban alimentos y medicamentos para el pueblo palestino.

Una campaña sistemática contra la estructura civil de HAMAS

Esta política se inscribe dentro de una campaña más amplia que apunta a desmantelar las instituciones civiles y de seguridad de HAMAS. El Ejército israelí ha dirigido ataques específicos contra funcionarios civiles, policía y burócratas del Ministerio del Interior, con la intención manifiesta de generar un vacío institucional para que luego sea llenado por grupos armados como el de Abu Shabab.

Fuentes de HAMAS han denunciado que esta estrategia busca deliberadamente provocar el caos social y la anarquía en Gaza, desestabilizando aún más una región ya exhausta por años de bloqueo y conflicto. “Cualquiera que llegara a las zonas controladas exclusivamente por Israel era eliminado,” explica un funcionario local, quien añade que la presencia de Abu Shabab en estas áreas solo fue posible gracias a órdenes explícitas del ejército israelí.

Saqueo y corrupción: el coste humano de la ocupación

El papel de Abu Shabab en el saqueo sistemático de ayuda humanitaria fue evidenciado en un memorándum interno de la ONU, que le señala como el principal responsable detrás del desvío masivo de recursos destinados a la población más vulnerable de Gaza. El documento indica que este grupo actuó con “benevolencia pasiva, si no activa,” de las fuerzas israelíes, una acusación grave que añade una nueva dimensión a la crisis humanitaria.

A pesar de los intentos de Abu Shabab por proyectar una imagen de líder nacionalista, su propia familia lo ha repudiado públicamente. En un comunicado emitido en mayo de 2024, la familia Abu Shabab manifestó su rechazo a las acciones de Yasser y su colaboración con Israel, denunciando que había engañado a todos y manchado el nombre del clan.

Una estrategia que revela la imposibilidad de una victoria militar definitiva

El recurso israelí a grupos vinculados a Daesh revela, desde una perspectiva política, la dificultad estructural que enfrenta el estado sionista para lograr una victoria decisiva sobre HAMAS. Pese a la retórica inicial de Netanyahu, que hablaba de una “aniquilación total” del movimiento, la realidad sobre el terreno muestra que HAMAS no es solo un grupo armado, sino la expresión política de un rechazo profundo al colonialismo y la ocupación, codificado en un discurso islámico e imposible de erradicar por la vía militar.

Este enfoque revela una lógica israelí que no solo acepta, sino que activa la fragmentación y la atomización social palestina, no por ignorancia, sino como un método consciente para profundizar el sufrimiento y la inseguridad de la población civil. La instrumentalización de milicias extremistas en Gaza, con el consentimiento explícito del Estado israelí, es la expresión más cruda de una política que ha renunciado a cualquier proyecto político viable, aferrándose a un control territorial basado en la división, la violencia y la desesperación.

La política israelí en Gaza, marcada por la militarización radical y el respaldo calculado a grupos armados vinculados al extremismo, no es un accidente ni un fracaso, sino una estrategia deliberada para perpetuar un ciclo de violencia y desestabilización. Debilitar a HAMAS mediante el fortalecimiento de fuerzas radicales no solo fractura la sociedad palestina, sino que también alimenta la inseguridad regional y global, en un patrón que recuerda la lógica colonial de “divide y gobierna”.

Mientras Israel insiste en negar toda forma de soberanía palestina y consolida un régimen de control absoluto, Gaza queda atrapada en un limbo de violencia y destrucción, donde la población civil se convierte en la víctima sacrificial de una guerra prolongada y sin fin.