En declaraciones recogidas el domingo por el prominente diario estadounidense The New York Times (NYT), fuentes saudíes, libanesas y occidentales desvelaron nuevas dimensiones de la sorpresiva renuncia, en noviembre, del primer ministro libanés desde Arabia Saudí.
De acuerdo con las fuentes citadas anónimamente, el régimen de Riad citó a Hariri a una reunión en el reino árabe. Mientras Hariri se desplazaba hacia el palacio real, le “habrían quitado su teléfono móvil y sus guardaespaldas” e incluso varios efectivos de seguridad locales “le habrían empujado e insultado”.
Sin embargo, el jefe del Gobierno libanés sufrió “la mayor humillación” cuando los saudíes le entregaron un discurso de renuncia y le obligaron a leerlo en la televisión estatal.
Según el medio estadounidense, el arquitecto de esta medida fue el polémico príncipe heredero saudí, Mohamad bin Salmán. De hecho, el hijo del rey obligó a Hariri a renunciar “bajo presión” para luego “culpar públicamente a Irán” de desestabilizar El Líbano.
Las fuentes señalaron que de hecho, Bin Salman trató de “deshacerse” del premier libanés porque “desobedecía” las órdenes de los saudíes en contra de Irán y el Movimiento de Resistencia Islámica de El Líbano (Hezbolá).
En todo caso, el NYT dio por “fracasada” estas “tácticas torpes” adoptadas por Riad, puesto que Hariri retornó después de tres semanas a El Líbano y retiró formalmente su renuncia, además, no lograron evitar el reforzamiento de Hezbolá como actor político más influyente de El Líbano.
Por otro lado, Arabia Saudí, con esta errónea maniobra, alejó de sí mismo a sus aliados suníes de El Líbano.
Desde un principio, las autoridades de Beirut y distintos grupos políticos acusaron a las autoridades saudíes de presionar a Hariri para que renunciara y de haberlo retenido como rehén con miras a debilitar a la Resistencia libanesa y crear caos e inestabilidad en el país del cedro.
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