Miles de estadounidenses han salido a las calles para rechazar el racismo y emular la trascendental marcha de 1963, liderada por el prominente activista por los derechos civiles Martin Luther King, en la capital, Washington, donde pronunció el inolvidable discurso “I have a dream” (“Tengo un sueño”).
Vistiendo camisetas negras con el eslogan “Black Lives Matter” (Las vidas negras importan), los manifestantes han portado imágenes del afroestadounidense George Floyd, asesinado por un agente de la Policía de Mineápolis, en Minesota, el pasado 25 de mayo.
Luther King III, el hijo mayor del aludido líder político, ha participado en el evento, donde ha llamado a eliminar el racismo sistémico y la explotación para comenzar a ser protagonistas del cambio.
“Si mi padre estuviera hoy con nosotros (...) querría que fuésemos promotores de la justicia social, la igualdad y la paz (...)”, ha clamado.
Sharon Rowles, otra activista pro derechos humanos, ha estimado importante tomar parte en acciones de protesta en contra del racismo. “Es un llamamiento para cambiar la manera de pensar y tomar una senda distinta para acabar con el racismo”, ha indicado.
Los expertos opinan que la brutalidad de la Policía de EE.UU., la sexta causa de muerte entre los jóvenes afrodescendientes, expone las grietas dentro de un sistema de racismo estructual y aseguran que el aumento de la violencia racial en Estados Unidos en los últimos años se debe a las políticas racistas de Trump.
El domingo, un agente blanco en Kenosha, Wisconsin, disparó siete veces contra el afrodescendiente Jacob Blake, que se ha quedado parapléjico y quien, según las declaraciones de su padre, permanece esposado a la cama de un hospital. Este crimen hizo estallar la ira de los estadounidenses que piden justicia por todas las víctimas de la brutalidad policial.
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