Todo fue cuidadosamente preparado en Santiago, capital de Chile, para la investidura de Sebastián Piñera. Desde la temprana manifestación callejera a los detalles de la foto con los ministros, y la ceremonia militar prusiana del regimiento de escolta presidencial. El presidente boliviano, Evo Morales, fue el invitado de piedra. Su mensaje fue de conciliación.
Hasta el momento mismo del traspaso de Gobierno se mantuvo en suspenso el cierre de Punta Peuco, el penal privilegiado que alberga a un grupo de genocidas de la dictadura. Lo que no ocurrió.
Por segunda vez Bachelet le entrega la presidencia a Piñera. La derecha regresa por la puerta grande y la vida continúa.
Alejandro Kirk, Santiago.
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