Se trata de las instalaciones de Abaqaiq y Jurais, que producen en conjunto 8,5 millones de barriles al día, es decir, el 70 % del crudo saudí.
El ataque dañó gravemente dichas instalaciones, obligando a Arabia Saudí a suspender 5,7 millones de barriles de la producción de petróleo; o sea, casi la mitad de la producción de crudo del reino árabe.
Los ataques también interrumpieron la producción de unos 700 000 barriles diarios de condensado de gas natural, asociados a la producción petrolera.
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Pero, además del fuerte impacto económico, la monarquía árabe ha sufrido un duro golpe estratégico, revelando su vulnerabilidad ante el movimiento popular yemení Ansarolá y el Ejército de ese país.
A pesar de que las fuerzas yemeníes carecen de recursos financieros significativos, sus drones han puesto en jaque a Arabia Saudí, un país que en 2018 ocupó el tercer lugar en cuanto a gastos militares, con una inversión de 67,6 mil millones de dólares.
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