Por: Xavier Villar
En las últimas semanas, el secretario de Estado de Estados Unidos, Marco Rubio, ha emitido una serie de declaraciones contundentes sobre el programa nuclear de Irán que, más allá de reafirmar una postura tradicional dentro del establishment estadounidense, reflejan la división interna entre corrientes políticas con visiones contrapuestas. Mientras figuras como JD Vance privilegian una política más aislacionista y centrada en los intereses domésticos, Rubio representa la vertiente neoconservadora e intervencionista que ha marcado la política exterior tradicional de Washington. Este choque de enfoques complica un camino que Teherán siempre ha privilegiado: la solución diplomática. En un contexto internacional ya de por sí delicado, esta dinámica interna y el discurso duro de Rubio pueden cerrar las puertas a un acuerdo negociado que, a largo plazo, beneficiaría a ambas partes.
Rubio, en entrevistas recientes con cadenas como CBS y Fox News, ha vinculado el derecho iraní al enriquecimiento de uranio con un peligro inminente para la seguridad regional y global, sugiriendo que esta capacidad podría ser utilizada rápidamente para fabricar un arma nuclear. Sin embargo, esta interpretación distorsiona el marco legal y técnico que Irán ha defendido reiteradamente, negando de forma categórica cualquier intención militar en su programa nuclear. Para Teherán, este tipo de discurso es percibido como un acto de desconfianza y hostilidad que dificulta la construcción de un ambiente propicio para negociaciones y puede perpetuar un ciclo de sanciones y tensiones crecientes.
Rubio y la interpretación de un peligro nuclear inminente
En una entrevista emitida recientemente en el programa Face the Nation de CBS, Rubio afirmó: “Si uno es capaz de enriquecer a cualquier nivel, básicamente también tendrá la capacidad de enriquecer rápidamente hasta niveles armamentísticos”. Añadió que este punto había sido una dificultad esencial en el acuerdo nuclear de 2015 —el Plan Integral de Acción Conjunta (JCPO o PIAC, por sus siglas en inglés)— que Washington abandonó unilateralmente en 2018.
En declaraciones posteriores a Fox News, Rubio fue más explícito y alarmista: “Una vez que alcanzas el 60 % [de enriquecimiento], estás al 90 % del camino recorrido. En esencia, eres un estado nuclear en umbral, que es básicamente en lo que Irán se ha convertido. Están al borde de tener un arma nuclear. Si deciden hacerlo, podrían hacerlo muy rápidamente”. A juicio del secretario, acumular uranio enriquecido al 60 % facilitaría la conversión rápida hacia un nivel del 90 %, lo que supone la capacidad técnica para fabricar una ojiva nuclear.
Estas afirmaciones, aunque envueltas en un lenguaje técnico que refleja un conocimiento correcto sobre las etapas del enriquecimiento, en realidad evidencian una voluntad política clara. Esta se enmarca dentro de una visión intervencionista que busca limitar la capacidad de acción autónoma de Irán, lo que en la práctica equivaldría a exigir una renuncia de facto a su soberanía nacional. Tal postura, además de ser difícilmente aceptable para Teherán, puede generar un endurecimiento en las posiciones y complicar la reapertura de canales diplomáticos efectivos.
La visión iraní y el marco legal internacional
Desde la perspectiva iraní, el derecho a desarrollar tecnología nuclear con fines civiles está reconocido por el Tratado de No Proliferación r (TNP) nuclea, del cual es signatario. El TNP establece que los estados tienen el derecho soberano a la investigación, producción y uso de la energía nuclear con fines pacíficos, siempre bajo los mecanismos de verificación de la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA).
LA AIEA ha certificado en múltiples ocasiones que el programa nuclear iraní no muestra desviaciones hacia objetivos militares, a pesar de las acusaciones recurrentes por parte de Estados Unidos y sus aliados. En ese sentido, la insistencia estadounidense en negar incluso el enriquecimiento a niveles bajos o moderados puede interpretarse en Teherán como una negación de un derecho legítimo y legalmente reconocido, alimentando la desconfianza.
La diplomacia como vía prioritaria para Irán
Históricamente, Teherán ha mostrado preferencia por la negociación diplomática. El acuerdo nuclear de 2015, alcanzado tras años de diálogos multilaterales, fue un intento de establecer límites claros y mecanismos de supervisión para el programa nuclear iraní, a cambio del levantamiento de sanciones internacionales que habían deteriorado su economía.
Desde la salida de Estados Unidos del JCPOA en 2018 y la reimposición de sanciones, las relaciones entre ambos países se han tensado considerablemente. No obstante, la diplomacia sigue siendo la opción prioritaria para Irán, que ha insistido en mantener abierta la puerta a una solución negociada que respete sus derechos y garantice la seguridad regional.
En este marco, las declaraciones públicas de figuras estadounidenses con una retórica rígida como Rubio pueden ser un obstáculo para la creación de un clima de confianza necesario para avanzar en el diálogo. La percepción de que Washington no aceptará ninguna concesión respecto al enriquecimiento puede provocar en Teherán un endurecimiento de posiciones y una menor disposición a flexibilizar su programa.
Los riesgos de erosionar la vía diplomática
El endurecimiento del discurso estadounidense no solo afecta las negociaciones con Irán, sino que puede tener consecuencias negativas para la estabilidad regional. Un escenario en el que Irán se sienta acorralado podría derivar en una escalada militar o en una carrera armamentística en Asia Occidental, con países vecinos buscando desarrollar o adquirir sus propias capacidades nucleares como respuesta.
Además, la imposición de condiciones inviables y la negación del derecho a un programa nuclear pacífico pueden alienar aliados y socios internacionales que abogan por una solución negociada. Rusia y China, actores clave en las negociaciones de 2015, han manifestado en repetidas ocasiones la importancia de mantener el diálogo abierto y respetar los compromisos internacionales para evitar un conflicto.
Una mirada realista: los beneficios de un acuerdo diplomático para EEUU
Desde la teoría del realismo en relaciones internacionales, el profesor John Mearsheimer ha analizado las acciones de los países desde una perspectiva centrada en la seguridad y el equilibrio de poder. Según este enfoque, un acuerdo nuclear con Irán podría ser beneficioso para Estados Unidos por diversas razones estratégicas.
En primer lugar, un acuerdo que establezca límites claros y mecanismos de supervisión contribuiría a reducir tensiones y evitar conflictos en una región que ya es altamente volátil. La presencia de un marco internacional de control ayudaría a disminuir el riesgo de malentendidos y enfrentamientos militares accidentales.
En segundo lugar, generar confianza y previsibilidad es clave para la estabilidad. Contar con un sistema de monitoreo internacional permite a ambas partes tener mayor certeza sobre las intenciones del otro, reduciendo la incertidumbre estratégica que suele alimentar la desconfianza y la escalada de medidas defensivas.
En tercer lugar, un acuerdo puede contribuir a prevenir una carrera armamentística regional. Países como Arabia Saudí, Israel y Turquía han mostrado preocupación por el avance tecnológico iraní y podrían buscar aumentar sus propias capacidades militares si perciben una amenaza inminente.
Además, negociar un acuerdo pacífico es, desde la perspectiva de un Estado que busca proteger sus intereses, una alternativa más segura y menos costosa que el enfrentamiento directo o la imposición de sanciones extremas que afectan también a la población civil. La guerra o un conflicto prolongado supondrían un desgaste económico y político para Estados Unidos, además de una mayor inestabilidad global.
Por último, un acuerdo puede ayudar a mantener un equilibrio regional estable, favoreciendo la seguridad y la cooperación en Asia Occidental. Un contexto más estable es beneficioso para todos los actores involucrados, incluyendo a Estados Unidos, que tiene intereses estratégicos y económicos en la zona.
La necesidad de un enfoque pragmático y equilibrado
Las declaraciones de Marco Rubio, aunque presentadas en términos técnicos, encubren una clara intención política que busca restringir la autonomía de Irán en materia nuclear. Este enfoque intervencionista no solo ignora el derecho soberano de Teherán a desarrollar su programa nuclear pacífico, sino que además implica una exigencia de renuncia a su soberanía, algo que ningún Estado puede aceptar sin perder su legitimidad interna. Al obstaculizar la capacidad de Irán para decidir sobre su propio desarrollo energético y científico, esta postura contribuye a aumentar la desconfianza y el rechazo hacia Washington, dificultando la posibilidad de un diálogo sincero y constructivo que ambas partes han reconocido como necesario.
Mantener una línea diplomática, que reconozca los derechos soberanos de Irán bajo un marco de supervisión internacional, es clave para evitar una escalada que beneficiaría a pocos y perjudicaría a muchos. La vía del diálogo, aunque lenta y compleja, es la opción que mayor probabilidad tiene de generar una solución duradera.
Washington debería considerar que un acuerdo negociado ofrece certidumbre y estabilidad estratégica en una región que representa un foco permanente de tensión. Alentar posiciones extremas y negarse a aceptar compromisos que respeten el marco internacional podría conducir a un callejón sin salida, con consecuencias imprevisibles para la seguridad global.
Por tanto, más allá de la retórica, la política exterior estadounidense debe apostar por un equilibrio pragmático que permita reconstruir la confianza con Teherán y avanzar hacia un acuerdo que reduzca riesgos y fomente la paz.