Por: Xavier Villar
La caída del gobierno de Bashar al-Asad en Siria y la consiguiente transformación del país en un “Estado fallido” —un territorio fragmentado por la acción de diversos grupos internos y potencias extranjeras como Turquía, Estados Unidos, Catar e Israel— ha supuesto un severo golpe a uno de los pilares estratégicos de la denominada “Red de Resistencia”.
En los últimos días, la intensificación de la presencia operativa del régimen de Israel en Siria ha evidenciado un cambio significativo en su estrategia regional. Los esfuerzos israelíes por destruir infraestructuras defensivas y puntos estratégicos clave, junto con las incursiones terrestres de su ejército en territorio sirio —incluso más allá de los altos del Golán ocupados—, reflejan la determinación del régimen de Tel Aviv de establecer un “nuevo orden”
en Asia Occidental. Este avance supone una clara escalada en el enfrentamiento geopolítico en la región, lo que representa una amenaza directa a los intereses del conocido como Eje de Resistencia.
Además, se está presenciando una desmilitarización forzada de Siria, bajo la intervención directa de Israel y Estados Unidos. Según analistas internacionales, el objetivo de esta estrategia es garantizar que Siria no cuente con armas ni con una infraestructura militar capaz de desafiar los intereses israelíes en la región. Los ataques se justifican en nombre de la seguridad nacional de Israel y la lucha contra supuestas amenazas terroristas, aunque muchos consideran que la verdadera intención es consolidar un control geopolítico más amplio sobre la zona.
En una fase posterior, se prevé la participación activa de Estados Unidos y la Unión Europea en lo que se denomina la “reconstrucción estatal” y la “reforma del sector de seguridad” en Siria. Este proceso incluirá la creación de un nuevo ejército sirio, entrenado y supervisado por fuerzas extranjeras. Según diversas fuentes, la misión principal de esta nueva fuerza será controlar los movimientos internos de la población y reprimir cualquier forma de disidencia que pueda surgir contra la influencia israelí o la presencia occidental en la región.
Ante este escenario, se hace urgente una revisión estratégica por parte de Irán para frenar, e incluso revertir, la ofensiva israelí. El proyecto de un “nuevo orden en Asia Occidental”, impulsado por Israel, ha logrado un avance significativo con la caída del gobierno de Bashar al-Asad. No obstante, según varios analistas iraníes, la victoria definitiva aún parece distante.
En este contexto, Irán podría revertir la situación mediante el diseño e implementación de una estrategia adecuada, tal y como ocurrió después de la ocupación de Irak y Afganistán por parte de Estados Unidos, cuando la gestión del orden de seguridad regional pasó a manos del Eje de Resistencia.
Según analistas iraníes, uno de los elementos clave en esta nueva fase estratégica debe ser un cambio de enfoque hacia Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos. A pesar de que, en términos generales, ambas naciones han formado parte de la estrategia de contención occidental, podrían llegar a establecer una cooperación táctica temporal con Teherán para alterar la actual ecuación estratégica en la región.
Los analistas señalan que las acciones de Turquía, uno de los vértices del triángulo de poder en Asia Occidental junto con Irán y Arabia Saudí, han permitido a Ankara tomar la delantera en los últimos años. Durante esta etapa de transición, Turquía ha logrado superar a Arabia Saudí tanto en los ámbitos político como militar. Además, ha eliminado una de sus principales preocupaciones de seguridad en la región: la situación en Siria, lo que le ha permitido consolidar su influencia y posición en la región.
Estas fuentes subrayan que el contexto geopolítico actual representa una oportunidad para forjar un modelo de cooperación entre Teherán y Arabia Saudí. Este acercamiento podría marcar una colaboración inédita en la región, en la que Irán, Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos trabajen conjuntamente para gestionar el creciente protagonismo de Turquía en Asia Occidental. En este sentido, se estaría abriendo una nueva fase en la dinámica de poder regional, donde las alianzas tradicionales podrían ser desafiadas por una cooperación estratégica entre actores que hasta ahora han sido adversarios.
La principal preocupación de la República Islámica en el ámbito regional radica en la necesidad urgente de desarrollar una nueva estrategia para frenar los planes de Israel en la región. Según fuentes cercanas a la diplomacia iraní, el objetivo de Israel sería la creación de un nuevo Asia Occidental bajo su hegemonía, respaldado por Estados Unidos.
Expertos en política internacional, como Mohsen Yalilvand, señalan que, en su intento por contener a China, Estados Unidos redirigirá su atención hacia Asia Oriental, lo que implicaría una delegación de las responsabilidades en Asia Occidental a Israel. De acuerdo con este análisis, Estados Unidos estaría delegando a Israel la tarea de gestionar los conflictos y la dinámica geopolítica de la región para centrarse en otros frentes estratégicos más alineados con sus intereses en el Pacífico.
En Israel, respaldado por Estados Unidos, crece la convicción de que el contexto actual ofrece una oportunidad única para redefinir el mapa político de Oriente Próximo. Este giro estratégico tiene como objetivo transformar la ecuación de poder en la región y desmantelar el Eje de la Resistencia, una alianza que se articula en torno a un objetivo común: reducir y contrarrestar la influencia de Israel. La búsqueda de la hegemonía israelí en la región, según los analistas, pasa por una serie de movimientos militares, políticos y diplomáticos, con el fin de debilitar a aquellos actores clave que se oponen a su influencia, entre ellos Irán, Siria, Líbano y Palestina.
A pesar de estos intentos israelíes reconfigurar la región según sus propios intereses, Irán ha dejado en claro que posee las capacidades políticas y militares necesarias para desafiar sus objetivos. Además, la posibilidad de formar una alianza con Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos para contrarrestar el expansionismo turco podría reforzar la estrategia iraní a largo plazo. Esta cooperación, aunque inédita, representaría un cambio significativo en la dinámica regional, creando un frente común capaz de hacer frente a las amenazas emergentes y equilibrar el creciente protagonismo de Turquía en el contexto geopolítico de Asia Occidental.