Publicada: jueves, 17 de septiembre de 2020 20:07
Actualizada: viernes, 18 de septiembre de 2020 2:07

La normalización de lazos entre Israel, EAU y Baréin no tendrá impacto más allá de las fotografías, los viajes recíprocos y la exposición de moda en los desiertos árabes.

Marco Junio Bruto fue una persona muy cercana a Julio César. Y es conocido por ser uno de los principales conspiradores involucrados en el asesinato de Cayo Julio César en los Idus de marzo del 44 a. C.

La muerte de César no tuvo como resultado la salvación de la República como esperaba Bruto, sino que sumió a Roma en una nueva guerra civil.

Dos años y medio más tarde después del asesinato de César, Bruto se suicidó tras ser derrotado por el ejército del Segundo Triunvirato en la batalla de Filipos, en el año 42 a.C.

En épocas posteriores, para muchos otros Bruto fue un villano. Por ejemplo, en la Divina Comedia de Dante Alighieri, Bruto es considerado como Satanás en el mismísimo centro del infierno. Casi, todo el mundo considera a Bruto un traidor, y su fama histórica se debe a que traicionó y luego mató a su mejor amigo.

“Et tu, Brute?” (¿También tú, Brutus?, ¿Incluso tú, Brutus?, en español) supuestamente dicha por Julio César al momento de ser asesinado por Bruto, explica de la mejor manera el sentimiento de los palestinos cuando fueron apuñalados por la espalda en el momento en que sus hermanos árabes les dejaron solos y hicieron la paz con Israel.

La ceremonia de la firma de los acuerdos de normalización entre los Emiratos Árabes Unidos (EAU), Baréin y el régimen de Israel nos recuerda a “Cassius”, quien incitó a Bruto a asesinar a César para salvar Roma y establecer la paz y la seguridad. Pero, Bruto se dio cuenta de lo estúpido que había sido asesinar a César; porque el objetivo no era deshacerse de un reino malo, sino traer un reino malo.

Por lo tanto, los gobernantes de Baréin y Emiratos Árabes Unidos se darán cuenta de la misma realidad, y entenderán que han sido engañados por el presidente de EE.UU., Donald Trump, y el primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, para cometer esa traición contra la causa palestina.

 

Desde el principio, la normalización de los lazos entre Emiratos Árabes Unidos y Baréin con Israel no tuvo como objetivo la paz y la estabilidad, sino que este pacto de paz fue una misión que debían cumplir estos Estados árabes. 

Contrariamente a las afirmaciones de las autoridades emiratíes y bareiníes, la normalización de nexos con Israel no fue un acto valiente, sino un acto de servilismo por parte de estos países árabes. Por lo tanto, todas sus afirmaciones de que la normalización beneficia a los palestinos y protege sus derechos son completamente hipócritas, tal y como Bruto le dijo a César: “Te amo, pero a Roma más”. Incluso los logros que se dice que están consiguiendo estos países árabes son absurdos y pretenciosos.

“Llegará el día en que la traición se convertirá sólo en un punto de vista. Te roban el pan, luego te dan un trozo de tu pan y después te ordenan a que les des las gracias por su generosidad”. Estas fueron las declaraciones de Ghasan Kanfani, un destacado escritor palestino, que describe de la mejor manera las décadas de la ocupación israelí y el reciente pacto de la vergüenza.

Ha llegado el momento en que los gobernantes árabes que hicieron la paz con Israel vean su traición como una cuestión que perjudica la soberanía de sus países. Sin lugar a dudas, estos líderes deben pagar el precio por su traición a la principal causa de la comunidad islámica, que es Palestina.

 

“Emiratos Árabes Unidos e Israel son como hermanos, y Estados Unidos es como el hermano mayor que puede supervisar cualquier diferencia que puedan tener las dos partes, así declaró el general del Estado mayor de EAU, Abdulá al-Hashmi, antes de que Abu Dabi y el régimen de Tel Aviv firmen el acuerdo de paz.

Al-Hashimi puede tener razón, porque el régimen de la ocupación israelí data de 72 años y los Emiratos Árabes Unidos, así como Baréin, datan menos de 50 años desde su creación. Mientras la escuela “Haif” en Palestina fue creada hace 137 años, y su antigüedad duplica la de Israel y la de los Emiratos Árabes Unidos y Baréin juntos.

El presidente de EE.UU., Donald Trump, aseguró que más países árabes seguirán los pasos de Baréin y Emiratos Árabes Unidos.

Las declaraciones del mandatario estadounidense demuestran que, Trump ya ha aumentado sus lacayos en los regímenes árabes del Golfo Pérsico, quienes deben sus posiciones y poder a Washington, por lo que es normal que los llamen a la Casa Blanca para firmar la normalización.

Aquí toca responder a esta pregunta: “¿Qué significa firmar un acuerdo de paz con países que no están en guerra con Israel?”  Los funcionarios israelíes son muy conscientes de que el proceso de normalización es un concepto vacuo y carece de significado, y su anuncio se utiliza para el consumo de los medios de comunicación. Porque lo último que quiere Trump de “este logro” es mantenerse en el poder otros 4 años, mientras que Netanyahu no quiere ir a la cárcel por los cargos de corrupción que le atribuyen.

Por lo tanto, hay que decir que la firma de los acuerdos de paz entre Israel, Emiratos y Baréin no tendrá impacto más allá de las fotografías, los viajes recíprocos y la exposición de moda en el desierto árabe, pero el impacto de la oposición palestina a la normalización es algo a lo que Israel está prestando atención y reconociendo su importancia.

Sin duda, el anuncio de normalización de estos regímenes árabes con Israel es un intento de huir hacia adelante, y convencer a Trump para que asegure la supervivencia de estos pequeños Estados árabes del Golfo Pérsico.

Además, el pacto de paz se considera como el último clavo en el ataúd del sistema autoritario árabe que ha perdido su legitimidad desde hace mucho tiempo. La normalización no es la voluntad de los pueblos bareiníes y emiratíes, que consideran a este acercamiento con Israel como una renuncia a la soberanía y al nacionalismo árabe y una traición a sus hermanos palestinos.

Quizás las protestas y las reacciones antinormalización hayan demostrado al régimen de Israel que no debe esperar que los ciudadanos árabes lo reciban con flores.

Por Mohsen Khalifzade