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Publicada: martes, 11 de septiembre de 2012 15:52
Actualizada: jueves, 10 de diciembre de 2015 19:29

Todos los países del Golfo Pérsico están preocupados, de una forma u otra, por los levantamientos populares que están teniendo lugar actualmente en la región; sin embargo, ayudándose de dinero, han conseguido reprimir estratégicamente la violencia, los disturbios y los movimientos populares. En un artículo publicado el 11 de agosto de 2012 en el periódico semanal alemán “Die Zeit” ("El Tiempo") se señala que la crisis siria y los disturbios de Egipto ponen de manifiesto que las réplicas de los levantamientos del 2011 que tuvieron lugar en la región, ejercen un efecto dómino sobre los regímenes del Golfo Pérsico. De acuerdo con la nota, un paseo por las ciudades de Dubai, Doha y Manama, hace que, en un principio, los visitantes se olviden verdaderamente del lugar donde se encuentran, es decir, en EE.UU, no en el archipiélago arábigo, donde las mujeres con el atuendo islámico pasean por los centros comerciales, junto a mujeres de cabello rubio y piernas al descubierto, distraídas con las compras. Esto no solo incita a los habitantes de estas ciudades a que se sumerjan en una crisis de identidad, sino que la vida occidental está en pugna con la actitud de los gobernantes de los países del Golfo Pérsico, los mismos que temen conceder alguna que otra libertad a su propio pueblo. Como ejemplo de ello tenemos los esfuerzos que realizan algunos países, como Emiratos Árabes Unidos (EAU), para suscribir algún que otro acuerdo con las universidades más prestigiosas del mundo, como la Sorbona (París, Francia), a fin de generar la sensación de que existe un libre pensar; no obstante, esto no nos hace ignorar la realidad, sino todo lo contrario, ya que revela a las claras la orientación cada vez más patente que existe en estos países de reprimir a la oposición, debido al gran temor que sienten por los efectos del Despertar Islámico. Según un informe hecho público la semana pasada por el Centro de Derechos Humanos de Baréin, al menos 39 activistas bareiníes han sido arrestados por la Policía solo por haber participado en manifestaciones en pro de la democracia, para posteriormente ser maltratados. En este sentido, el Observatorio de Derechos Humanos (HRW, por sus siglas en inglés) ha informado también de la detención de al menos 50 escritores, blogueros y abogados, por los servicios de inteligencia de EAU, de los cuales 36 llevan encarcelados desde mediados de julio, tan solo por haber criticado al gobierno o por ser miembros de algún que otro grupo pacífico de la oposición. Los gobernantes de EAU justifican su comportamiento hacia los grupos de la oposición, alegando que ponen en peligro la seguridad nacional del país y están dirigidos desde el extranjero. El reclutamiento de mercenarios extranjeros por parte de las fuerzas de seguridad de EAU y Baréin, so pretexto de que los extranjeros sienten menos temor y miedo a la hora de enfrentarse a la gente, pone de relieve, hasta qué punto, los regímenes de estos países tienen en consideración la seriedad de estas amenazas. El ambiente de represión reinante sobre los habitantes de estos países es suavizado con la venta de petróleo, gas y apoyos económicos, además del otorgamiento de puestos gubernamentales y asistencia sanitaria gratuita. Sin embargo, la adopción de este tipo de medidas no arregla nada, en especial en países como Omán y Baréin, que no tienen suficientes reservas energéticas y tienen que hacer frente a una alta tasa de desempleo entre los jóvenes, de hecho, ambos países han sido escenario de grandes manifestaciones antigubernamentales desde febrero del 2011. En Baréin, donde los levantamientos populares han sido reprimidos de manera violenta y sangrienta por las fuerzas de seguridad, la situación es bastante compleja por la discriminación ejercida sobre la minoría chií. En Arabia Saudí, que respalda al régimen monárquico de los Al Jalifa, se puede comprobar otro foco de tensión: la tendencia hacia el despilfarro y la corrupción financiera, algo muy común en la familia real saudí y muy contradictorio respecto a la percepción conservadora que tienen los habitantes de este país árabe del Islam. Pese a que la familia monárquica saudí ha alcanzado un consenso con los clérigos conservadores, a partir del cual se han comprometido a financiarlos económicamente, además de otorgarles las libertades religiosas exigidas a cambio del apoyo incondicional de la monarquía, la controversia está servida cuando la policía religiosa persigue a las mujeres que conducen y las jóvenes princesas saudíes viven sin ninguna restricción económica, mientras que millones de personas están sumidas en una inmensa pobreza en los países de la región. Los jeques de la región hacen uso instrumental de sus propias políticas externas a fin de liberarse del gran peso de las reformas políticas esenciales. Ellos, no solo no han tenido éxito en esta labor, sino que han conseguido aprovecharse de los levantamientos populares para lograr sus propios fines. Países revolucionarios como Egipto, actualmente gobernado por la Hermandad Musulmana y presionado económicamente, dependen en su mayoría de los ingresos petrolíferos de los países del Golfo Pérsico, y esos mismo países saben muy bien cómo aprovecharse de ellos para que sus revoluciones no contagien a sus Estados. Por su parte, Dahi Jolfan ha lanzado una advertencia recientemente al respecto “nuestros hermanos y sus respectivos gobiernos en Damasco y el norte de África tienen que saber que el Golfo Pérsico señala un línea roja. (….) tenemos que estar atentos y en alerta, porque a la vez que estos grupos se desarrollan y se extienden, es probable que generen muchos más problemas”. Por lo tanto, está muy claro que quién tiene hoy la última palabra. De hecho la Hermandad Musulmana tiene que agacharse ante los saudíes y asegurarles que no tiene la intención de exportar su revolución a la región del Golfo Pérsico. Solo los gobernadores de Catar tratan de mantener las distancias con esta amenaza -la monarquía catarí mantenía buenos vínculos con la Hermandad Musulmana durante la dictadura de Hosni Mubarak y ahora se quiere aprovechar de lleno de esa relación. Finalmente, se puede deducir que la aceptación de un compromiso en Siria hará que los regímenes dictatoriales del Golfo Pérsico lleguen a una estabilidad, y mediante ello, los jeques lograrán sus objetivos; primero podrán alegar que apoyan a la revolución siria y, segundo, conseguirán debilitar a Irán, el aliado más importante de Siria. De hecho, es de esperar que Arabia Saudí y Catar, junto con Turquía, lideren, financien y armen, a los grupos terroristas en Siria. La represión ejercida sobre los grupos opositores por sus propios países y el apoyo que dan a los mismos en otros países árabes, tendrán efectividad mientras el petróleo y el gas puedan suministrarles los dólares necesarios. Sin embargo, si estos regímenes no aplican las reformas esenciales necesarias en sus propios sistemas gubernamentales, a largo plazo, no lograrán impedir el contagio de las revoluciones regionales a sus países. me/aa/