El pasado 23 de septiembre, cuando la primera ministra británica, Liz Truss, anunció junto a su ministro de Finanzas, Kwasi Kwarteng, su paquete de medidas económicas, tal vez, nunca se imaginaba la tormenta que éstas provocarían.
Los mercados financieros no vieron con buenos ojos que la premier anunciara ayudas públicas y recortes de impuestos, sin nada para financiarlo. Desde entonces, la libra esterlina ha experimentó caídas y las tasas de interés de la deuda pública británica se dispararon, lo que obligó al Banco de Inglaterra a intervenir comprando bonos a largo plazo. Para enfrentar esta situación, la mandataria anunció cambios en el paquete de medidas y sacrificó a su gran aliado, Kwasi Kwarteng.
Truss designó a Jeremy Hunt para reemplazar a Kwarteng. Sin embargo, para los analistas, el problema no es el ministro, sino la propia primera ministra.
La primera ministra, tampoco, ha podido ganar la confianza de los ciudadanos que sostienen que Truss no durará mucho a la cabeza del Gobierno.
La primera ministra lleva más de un mes en el Gobierno y no tendrá mucho tiempo para acabar con la inestabilidad que ha generado su gestión. De lo contrario, deberá abandonar el Donwning Street mucho antes de los que pensaba.
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