Lejos de las fanfarronadas del presidente de EE.UU., Donald Trump, y las bravatas del premier israelí, Benjamín Netanyahu —el primero convertido en objeto de burla de la prensa mundial y el segundo luchando con el ejército estadounidense—, lo que ocurrió durante los 12 días de enfrentamiento entre las dos mayores potencias nucleares, una regional, el ente sionista, y otra global, Estados Unidos, por un lado, e Irán por el otro, fue una victoria aplastante lograda por la Revolución Islámica sobre el campo de guerra y agresión estadounidense-israelí.
Cuando afirmamos que Irán venció en esta guerra, no lo decimos por fanatismo hacia el eje de la Resistencia, al que apoyamos, ni por nuestro rechazo al eje estadounidense-occidental-sionista, al que abominamos. Más bien, es el reflejo de una realidad tangible, evidenciada por todos los desarrollos en el terreno, observada por la mayoría de los analistas políticos de diversas corrientes ideológicas y políticas.
Uno de los principios fundamentales de las guerras es que el vencedor y el vencido no se determinan por las pérdidas humanas o materiales, sino por la cercanía o lejanía de los contendientes respecto a los objetivos establecidos antes del conflicto. Si una de las partes logra sus metas, será el vencedor, incluso si ello implica grandes sacrificios, pues estos son inherentes a la naturaleza de las guerras. En cambio, si una parte inflige pérdidas humanas y materiales al adversario, pero no logra los objetivos planteados, será el derrotado.
Objetivos de EEUU e Israel en la guerra contra Irán
El dúo terrorista estadounidense-israelí estableció cuatro objetivos para su traicionera agresión contra Irán: primero, destruir el programa nuclear iraní; segundo, aniquilar el programa de misiles; tercero, forzar la rendición de Irán por la fuerza; y cuarto, derrocar el sistema islámico en Irán.
Este dúo no solo fracasó en alcanzar cualquiera de estos objetivos durante los 12 días de confrontación, sino que Irán humilló a Estados Unidos, pisoteando su orgullo al bombardear con misiles la mayor base aérea y el núcleo principal de las fuerzas estadounidenses en Asia Occidental, la base aérea de Al Udeid en Catar, sin que Estados Unidos se atreviera a responder. En cuanto al régimen de Israel, sus ciudades, especialmente sus instalaciones estratégicas, militares, de seguridad y económicas, sufrieron una destrucción sin precedentes en sus 80 años de existencia funesta.
Lo notable es que el objetivo de Trump de forzar la rendición de Irán y hacer que izara la bandera blanca no solo no se cumplió, sino que fue Irán quien lo logró. Trump alzó la bandera blanca y la puso también en manos de su despreciable aliado, Netanyahu, tras el ataque a la base de Al Udeid. Trump contactó a los responsables cataríes, suplicando un alto al fuego con Irán, algo que él mismo admitió, reconociendo también que el régimen de Israel sufrió pérdidas devastadoras durante la guerra.
En cuanto a las afirmaciones de Trump sobre la destrucción de las instalaciones nucleares iraníes, basta con revisar los informes de las agencias de inteligencia estadounidenses y los reportes periodísticos de las principales cadenas de televisión y prensa estadounidense, que han desenmascarado la mentira de Trump, repetida únicamente por su compañero de terrorismo y prófugo de la justicia internacional como criminal de guerra, Netanyahu. Esto llevó a Trump y su equipo a lanzar ataques incesantes contra dichos informes para ocultar la verdad.
Lo irónico es que Trump afirma y reitera, con o sin motivo, que destruyó el programa nuclear iraní y que Irán ya no lo posee, mientras, al mismo tiempo, declara que negociará con Irán para privarla de su derecho al enriquecimiento de uranio. No se entiende por qué busca impedir el enriquecimiento si, según él, ya destruyó el programa nuclear. Si lo destruyó, ¿por qué negociar para detener un enriquecimiento que, según su narrativa, no existe, dado que no habría uranio ni centrifugadoras?
La victoria iraní se concretó simplemente con el desafío de Irán a la potencia más salvaje del mundo, sin la menor vacilación, una potencia temida incluso por grandes naciones como Rusia y China. No solo desafió a esta potencia, sino que bombardeó sus bases militares con misiles, un acto que ninguna nación del mundo había emprendido desde la Segunda Guerra Mundial, salvo Irán.
La rendición del dúo estadounidense ocurrió inmediatamente tras el ataque a una sola base estadounidense, cuando en la región hay decenas de bases y portaaviones estadounidenses. Irán no utilizó todas sus cartas ni desplegó más que una pequeña fracción de su poder militar.
mkh