Ciertos premios Nobel de la Paz, entre ellos, el arzobispo sudafricano Desmond Tutu y el expresidente de Timor Oriental, José Ramos-Horta, durante dos conferencias celebradas la semana pasada en Noruega, calificaron de “genocidio” la matanza de los musulmanes en el territorio birmano y urgieron al Gobierno a cesar las persecuciones sin reglas que se realizan contra esta minoría.
En respuesta, el Ministerio de Exteriores de Myanmar, mediante un comunicado, ha rechazado la petición, justificando que tal iniciativa significa ignorar los esfuerzos del Gobierno para crear una esfera de confianza entre los extremistas budistas y los musulmanes del estado de Rajine, ubicado en el oeste del país asiático.
En la misma jornada, la marina birmana ha impedido la entrada de un grupo de periodistas a la isla de Thamee Hla, donde el Gobierno guarda a más de 700 migrantes, en su mayoría musulmanes rohingyas, que intentaban abandonar el país para llegar a las costas malasias.

Las autoridades birmanas han obligado a los reporteros a borrar todas sus grabaciones, además de que les han pedido que no vuelvan otra vez a la zona.
La marina birmana condujo el viernes hasta allí a 727 personas, incluidos 74 mujeres y 45 niños, tras rescatarlas en un barco a la deriva frente a las costas del país.
Durante los últimos años, la violencia sectaria en Myanmar ha obligado a miles de musulmanes rohingyas, considerados la minoría más oprimida del mundo, según la Organización de las Naciones Unidas (ONU), a huir para salvarse. La mayoría de ellos viajan rumbo a Malasia a la deriva en embarcaciones rudimentarias.
Ante esta situación, Myanmar y Bangladés prometieron el viernes atacar las "raíces" de la crisis y "mejorar la vida de las comunidades amenazadas", con "creación de empleos" y "ayudas al desarrollo".
Al respecto, el jefe adjunto del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), Volker Turk, declaró que para poner fin al flujo de inmigrantes hace falta que Myanmar “asuma la responsabilidad sobre todos sus ciudadanos”. Una demanda que inmediatamente se vio enfrentada con la negativa del país asiático.

El pasado 21 de mayo, cientos de activistas malasios y refugiados rohingyas se congregaron frente a la embajada de Myanmar en Kuala Lumpur, capital malasia, para condenar la discriminación que sufre esta minoría musulmana en el país de mayoría budista.
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