Así ha indicado un informe publicado este domingo por la revista japonesa Nikkei, en la que se destaca el cambio a combustible sólido como uno de los principales logros, ya que complica la vigilancia por satélite y de este modo los misiles pueden lanzarse inesperadamente.
En efecto, los misiles de combustible sólido representaban el 13 % del total en 2016-2017, mientras que esa proporción aumentó a más del 70 % después. Pyongyang ahora está usando los nuevos modelos KN-23 y KN-24 que son similares a los que utilizan EE.UU. y Rusia.
Además, Corea del Norte ha desarrollado una tecnología que permite maniobrar los misiles durante el vuelo, lo que los hace más difíciles de interceptar. Antes de 2017, todos los misiles tenían una trayectoria parabólica, pero el 40 % de ellos siguió una trayectoria más compleja después de 2019, cambiando de altitud durante el vuelo y, a veces, maniobrando hacia la izquierda o hacia la derecha.
En la primera mitad de este año, Pyongyang lanzó al menos 28 misiles, incluido un misil balístico de medio largo alcance Hwasong-12, que, conforme a los expertos, puede alcanzar el territorio estadounidense.
Esto es un nuevo máximo en seis meses, que supera el récord anterior de 25 lanzamientos establecido en 2019. Algunas estimaciones sugieren que Corea del Norte gastó alrededor del 2 % de su producto interno bruto (PIB) en lanzamientos en lo que va de año.
Corea del Norte sigue llevando a cabo pruebas de misiles y fortaleciendo su poderío militar, asegurando que sus actividades están en el marco de la autodefensa ante las provocaciones y el belicismo de EE.UU. y Corea del Sur.
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