“El futuro de Myanmar (Birmania) debe ser la paz, una paz basada en el respeto de la dignidad y de los derechos de cada miembro de la sociedad, en el respeto por cada grupo étnico y su identidad, en el respeto por el estado de derecho y en el respeto por un orden democrático”, ha dicho este martes el sumo pontífice durante un discurso ofrecido en Naipyidó, capital birmana.
El cabeza de la Iglesia católica, que hablaba ante el presidente birmano, Htin Kyaw, y la consejera de Estado, Aung San Suu Kyi, con quienes ha mantenido un encuentro previo en privado, no ha mencionado el término rohingya, la minoría musulmana más perseguida del mundo —según las Naciones Unidas— y azotada por la violencia y los crímenes de lesa humanidad cometidos por los militares birmanos.
Francisco ha asegurado que “las diferencias religiosas no deben ser una fuente de división y desconfianza, sino más bien un impulso para la unidad, el perdón, la tolerancia y una sabia construcción de la nación”; lo ha dicho en un país donde el budismo es prácticamente la religión del Estado y donde los extremistas budistas colaboran con los militares para reprimir a los musulmanes.
El futuro de Myanmar (Birmania) debe ser la paz, una paz basada en el respeto de la dignidad y de los derechos de cada miembro de la sociedad, en el respeto por cada grupo étnico y su identidad, en el respeto por el estado de derecho y en el respeto por un orden democrático”, dice el papa Francisco.
Aunque el papa no ha mencionado el término rohingya, siguiendo algunos consejos, sus palabras se aplicaban a los miembros de dicha minoría, a quienes Myanmar no reconoce como ciudadanos o como miembros de un grupo étnico distinto.
Las autoridades birmanas rechazan la palabra rohingya y su uso, y se refiere a la minoría musulmana en el remoto estado de Rajine como inmigrantes ilegales de la vecina Bangladés.
Un grupo de monjes budistas de línea dura advirtió el lunes, sin dar más detalles, que habría “una respuesta” si hablaba abiertamente sobre los rohingyas.
El máximo titular de la Iglesia católica llegó el lunes al país asiático y la misma jornada se reunió con el jefe del Ejército birmano, Min Aung Hlaing, acusado de encabezar la masacre contra los rohingyas. En la cita, el militar negó, sin embargo, la limpieza étnica que denuncian las Naciones Unidas en Myanmar, que ha obligado más de 620.000 rohingyas a huir a Bangladés.
La nueva ola de violencia iniciada en agosto ha dejado hasta el momento más de un millar de muertos entre la comunidad Rohingya. La organización pro derechos humanos Human Rights Watch (HRW) publicó el pasado 16 de noviembre un informe en el que alerta de sistemáticas violaciones brutales de soldados birmanos contra la comunidad Rohingya.
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