“Padres asesinados, familias divididas, heridas infligidas, violaciones perpetradas contra mujeres, hay mucha violencia terrible que ha ocurrido y tomará mucho tiempo para que la gente cure sus heridas, más que satisfacer sus necesidades básicas”, denuncia el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), Filippo Grandi, citado por la agencia británica de noticias Reuters.
El jefe de la agencia de refugiados de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), que hacía estos comentarios durante una visita realizada el sábado al extenso campo de refugiados de Kutapalong, en el sureste de Bangladés, cerca de la frontera de Myanmar (Birmania), manifestó que “realmente me impresionó el temor que estas personas llevan consigo mismos, lo que han pasado y visto en Myanmar”.
Las autoridades de Myanmar, país de mayoría budista, no reconocen la ciudadanía a esta minoría que vive en este país desde hace siglos. De hecho, consideran a los rohingyas inmigrantes bengalíes y, en consecuencia, les imponen múltiples restricciones, incluida la privación de movimientos y de sus derechos más básicos.
Padres asesinados, familias divididas, heridas infligidas, violaciones perpetradas contra mujeres, hay mucha violencia terrible que ha ocurrido y tomará mucho tiempo para que la gente cure sus heridas, más que satisfacer sus necesidades básicas”, denuncia el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), Filippo Grandi.
Las fuerzas de seguridad de Myanmar atacan a los musulmanes rohingyas e incendian sus aldeas desde octubre de 2016 en un intento por expulsarlos del estado de Rajine (oeste de Myanmar) en medio del mutismo de la líder ‘de facto’ de Myanmar y Nobel de la Paz 1991, Aung San Suu Kyi.
Entre tanto, la Fuerza de Seguridad Fronteriza de La India está desplegando fuerzas en su frontera con Bangladés y usa gases lacrimógenos para impedir el acceso a su suelo de los rohingyas, la minoría más perseguida del mundo.
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