El Ministerio de Conservación del país oceánico ha confirmado hoy lunes mediante un comunicado que un excursionista alertó el sábado por la noche a las autoridades de la situación de las ballenas, que habían quedado varadas en la bahía de Mason, en dos grupos separados unos 2 km entre sí.
La mitad de las ballenas, según la Cartera, estaban muertas cuando llegaron los socorristas, mientras que el resto fue sacrificado debido a la dificultad para acceder al lugar.
“Tristemente la posibilidad de reflotarlas con éxito era extremadamente baja. La lejanía del lugar, la falta de personal y el deterioro de la condición de las ballenas implicaba que lo más humano que se podía hacer por ellas era sacrificarlas”, ha lamentado el gerente de operaciones del Ministerio en Rakiura, Ren Leppens, citado por medios locales.
Tristemente la posibilidad de reflotarlas con éxito era extremadamente baja. La lejanía del lugar, la falta de personal y el deterioro de la condición de las ballenas implicaba que lo más humano que se podía hacer por ellas era sacrificarlas”, ha lamentado el gerente de operaciones del Ministerio de Conservación de Nueva Zelanda en la isla de Rakiura, Ren Leppens.
La ballena piloto de aleta larga o Globicephala melas, también llamada calderón común, es una especie de frente abombada y cuerpo robusto que puede alcanzar entre seis y siete metros de longitud.
Los mamíferos marinos quedan varados con frecuencia en las costas de Nueva Zelanda. El promedio de operativos realizados por los funcionarios ambientales es de unos 85 por año, la mayoría de ellos para salvar a ejemplares individuales.
Las causas por las que las ballenas y delfines quedan varados no se han esclarecido. Se atribuye a enfermedades, errores de navegación, cambios repentinos en las mareas, persecución por depredadores o condiciones meteorológicas extremas.
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