Gracias a su éxito, el Gobierno galo ha regularizado su situación y la de su padre, con quien huyó de su país tras ser objeto de amenazas.
Él se convirtió en protagonista de un desesperado viaje de un padre con su hijo por distintas ciudades europeas hasta llegar a Francia, donde comenzó a tramitar la petición de asilo, y mientras tanto hubo muchas habitaciones de hoteles, albergues y noches en la calle cobijados en una tienda de campaña.
Sin embargo, él tuvo mucha suerte y esa suerte se llama ajedrez, explica en una entrevista con la agencia española Efe para presentar el libro que ha escrito junto a su entrenador, El rey de Bengala, en el que describe el largo camino desde que salió de su país —con ocho años— hasta que consiguió finalmente regularizar su situación, que no fue fácil.
Ahora va al instituto en la ciudad francesa de Créteil, cerca de París (capital), como cualquier chico de su edad, y desde "hace muy poco" ya vive con su madre y sus hermanos, que se habían quedado en Bangladesh, un asunto que no quiere recordar.
Reconoce que le parece injusto "que haya tanta que gente que vive en la calle y se muere de frío porque no son campeones de ajedrez y no pueden tener una oportunidad" como la que tuvo él.
Él sabe muy bien lo que es pasar por el largo trámite que tienen que padecer los solicitantes de asilo mientras se examina si tienen derecho a protección internacional por reunir los requisitos legales de persecución política, discriminación o conflicto bélico.
A Fahim y a su padre les ayudaron voluntarios de ONG y del club de ajedrez local de Créteil, donde empezó a jugar el niño, pero aún así sus solicitudes fueron rechazadas una y otra vez hasta que la presión social logró regularizar su situación tras conseguir ganar el campeonato nacional.
Su sueño es vivir en Francia, ser rico y visitar ocasionalmente España para ver jugar a su equipo de fútbol, el Real Madrid.
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