Publicada: miércoles, 14 de mayo de 2025 4:56

El alto el fuego entre India y Pakistán trae alivio a Cachemira, pero la calma sigue marcada por el miedo y la incertidumbre en la región más militarizada.

Por: Fareeha Azmat

“Gracias a Dios por el alto el fuego y la paz—un suspiro colectivo de alivio”, expresó Sabiya Khurshid, residente de Srinagar, quien no había podido dormir durante días mientras India y Pakistán se encontraban al borde de una guerra total.

El sábado, poco después del anuncio de la tregua, en las angostas y bulliciosas callejuelas del centro de Srinagar —capital de verano de la Cachemira administrada por India— los lugareños distribuyeron Taher, el tradicional arroz con cúrcuma.

Este ritual de acción de gracias, con siglos de antigüedad, simboliza tanto la esperanza como la gratitud.

La noticia del alto el fuego entre India y Pakistán, tras días de hostilidades e intercambios de disparos a lo largo de la frontera de facto, conocida como la Línea de Control (LoC, por sus siglas en inglés), fue recibida con celebraciones en ambos países, especialmente en el pintoresco valle del Himalaya, que suele ser el más castigado durante estos enfrentamientos.

Durante días, los cachemires vivieron en vilo mientras las dos potencias nucleares intercambiaban fuego, con un saldo de decenas de muertos a lo largo de la LoC.

La reciente escalada, iniciada el 7 de mayo, fue más intensa y violenta que cualquier otra vista desde la guerra de Kargil en 1999.

Tras el anuncio del alto el fuego, circularon videos en internet que mostraban la reapertura de mercados y un regreso paulatino a la rutina diaria en varias localidades de la Cachemira bajo administración india.

El domingo, la vida comenzó a retomar su curso con cautela en la región más militarizada del mundo, después de días marcados por el miedo y la incertidumbre.

“Había preparado una mochila con lo esencial por si necesitábamos desplazarnos. El alto el fuego es un rayo de esperanza. Las recientes tensiones entre ambos países me enseñaron cuán frágil es la vida”, declaró Useeba Rashid, residente de la zona alta de Srinagar, al sitio web de Press TV.

Rashid vive cerca del Aeropuerto Internacional de Srinagar, una zona sacudida por varias explosiones el viernes y sábado, lo que aumentó la preocupación de los vecinos ante una posible escalada. Relató que se había mentalizado para lo peor, sin saber si tendría que abandonar su hogar para ponerse a salvo.

“Por la mañana pensábamos que tendríamos que irnos de casa, y por la tarde recibimos esta buena noticia del alto el fuego. Estoy inmensamente feliz; me han quitado un gran peso de encima”, contó Megraj Wani, vendedor de frutas en Srinagar, también a Press TV.

Uri, Poonch y Rajouri —poblaciones fronterizas de Cachemira— fueron escenario de intensos bombardeos en los últimos días, lo que provocó evacuaciones.

Estas localidades figuran entre las más afectadas por la nueva oleada de violencia transfronteriza. Aunque se ha declarado el alto el fuego, el temor persiste: muchos habitantes aún dudan en regresar a sus hogares.

“Cuando vimos la noticia del alto el fuego en nuestros móviles, comenzamos a bailar de alegría. Somos del área fronteriza y siempre somos los más perjudicados”, afirmó Shaista Samoon, oriunda de Uri y desplazada a Baramulla debido a los recientes bombardeos cerca de la línea de control.

“Ahora nos estamos preparando para volver a casa, pero aún hay ciertas reticencias; persiste un sentimiento de inseguridad”.

Para algunos, como Chuni Lal, la noticia del alto el fuego llegó con sentimientos encontrados. Este sexagenario de Poonch vio cómo su hogar quedaba reducido a escombros por los bombardeos.

Poonch, un distrito fronterizo en la Cachemira administrada por India, sufrió ataques intensos que causaron al menos 12 muertes y obligaron a muchos a refugiarse en zonas más seguras.

“Gasté todos mis ahorros para construir esta casa. Para nosotros, la clase media, lo más valioso que poseemos es nuestro hogar. Los que están sentados en salas con aire acondicionado hablan de guerra como si fuera un juego. Somos nosotros quienes sufrimos las consecuencias de este conflicto de décadas”, lamentó Lal.

Sus palabras reflejan la profunda frustración de quienes viven a lo largo de la inestable frontera, acostumbrados al desplazamiento, la destrucción y la pesada carga de la incertidumbre.

Otro residente de Poonch señaló que la noche del sábado fue la primera en días sin disparos ni explosiones.

“Ahora estamos considerando regresar. Anoche no hubo bombardeos. Tenemos una esperanza frágil de que las cosas se mantengan en calma”, agregó.

Las recientes tensiones entre India y Pakistán estallaron tras el atentado del 22 de abril en la localidad turística de Pahalgam, en la Cachemira bajo administración india, que cobró la vida de 26 personas, en su mayoría turistas del sur de India.

En la madrugada del miércoles siguiente, India lanzó ataques con misiles y artillería sobre territorio pakistaní. Las autoridades en Nueva Delhi aseguraron haber alcanzado al menos nueve objetivos “terroristas” dentro de Pakistán.

India acusó a Pakistán de apoyar al grupo responsable del ataque en Pahalgam, pero Islamabad negó rotundamente la acusación.

Sin embargo, este patrón de acusaciones y desmentidos es ya demasiado familiar para los habitantes del valle del Himalaya, donde el miedo y la desconfianza marcan la vida cotidiana desde hace décadas, especialmente en los pueblos situados cerca de la línea de control.

La LoC se estableció en 1949, tras la primera guerra entre India y Pakistán, poco después de su independencia del dominio británico.

 

Esta frontera serpentea a lo largo de 740 kilómetros de terreno montañoso en la región de Cachemira, atravesando montañas, crestas boscosas, lagos alpinos y arroyos cristalinos.

India y Pakistán han chocado repetidamente a lo largo de esta tensa línea divisoria. Tras la guerra de 1971, que culminó con la derrota de Pakistán, la línea de alto el fuego fue rebautizada oficialmente como la Línea de Control. Aunque no es reconocida internacionalmente, divide de facto los territorios de Jammu y Cachemira entre ambos países.

En 2003, tras más de una década de insurgencia armada en Cachemira, India reforzó su lado de la LoC con alambradas de púas, en un intento de frenar la infiltración transfronteriza.

No obstante, a pesar del anuncio del alto el fuego, el escepticismo persiste en el valle, alimentado por una larga historia de acuerdos incumplidos entre estas dos potencias nucleares.

Las inquietudes resurgieron el sábado por la noche cuando autoridades indias denunciaron violaciones del alto el fuego, mencionando explosiones y avistamientos de drones en Srinagar y zonas aledañas.

A su vez, el Ministerio de Asuntos Exteriores de Pakistán acusó a las fuerzas indias de haber iniciado la violación de la tregua.

Aunque el alto el fuego ofrece un respiro momentáneo para los cachemires, la región sigue siendo inestable, con su futuro ensombrecido por la incertidumbre y las tensiones no resueltas.

* Fareeha Azmat es periodista con base en la Cachemira administrada por India.


Texto recogido de un artículo publicado en Press TV.