Las negociaciones iniciadas esta semana, en la sede de la Unión Europea (UE) en Bruselas, no vislumbran resultados, al menos, de momento, según el bloque comunitario.
Un problema es que la sede europea no quiere reabrir las discusiones sobre la frontera física entre la República de Irlanda -país miembro de la UE- y la provincia británica de Irlanda del Norte, uno de los ejes del rechazo de los parlamentarios británicos al acuerdo de salida, en enero.
En Londres, sin embargo, la situación de los europeos residentes en el Reino Unido y viceversa, sigue generando acalorados debates.
Esa última parte, el eventual Brexit duro, es la mayor preocupación individual de los miembros de la Unión Europea, ya que pone en riesgo el comercio comunitario.
El Reino Unido debe abandonar el bloque el 29 de marzo y, para el día 12, Theresa May debe presentar de nuevo al Parlamento el acuerdo de divorcio, junto a las eventuales garantías obtenidas de la UE, o enfrentar un posible Brexit sin acuerdo.
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