Ante la imposibilidad de lograr consenso político, en su intervención parlamentaria a 24 horas del crucial voto, a la primera ministra, Theresa May, no le quedó más remedio que apelar a la responsabilidad de los legisladores ante el voto popular para pedir que recapaciten y aprueben de una vez su acuerdo.
May asegura que si este acuerdo no obtiene los votos necesarios, las consecuencias podrían suponer una traición a la voluntad del pueblo británico.
Hasta el exsecretario de Asuntos Exteriores y acérrimo defensor del Brexit, Boris Johnson, que dimitió de su cargo en protesta por este mismo acuerdo, pide que sea aprobado, para evitar la posibilidad de una demora del Brexit o, en última instancia, un segundo referéndum que pueda revertir el proceso de divorcio con la Unión Europea (UE).
Entre tanto, la UE ha enviado una carta a Londres para ofrecer garantías expresas sobre uno de los temas más espinosos de las negociaciones: Irlanda del Norte, asegurando que el bloque comunitario no tiene la intención de anexarse la República de Irlanda tras el Brexit, ni prefiere que haya una frontera dura entre el Reino Unido e Irlanda.
En este contexto, los analistas opinan que el acuerdo será rechazado de forma abrumadora en el Parlamento británico y que los escenarios más probables, a medio plazo, serían aplazar el Brexit para una fecha posterior al 29 de marzo o un segundo referéndum para revertir el proceso.
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