Las ciudades de Argentina amanecieron el jueves paralizadas y con poca gente en sus calles, frente al bullicio habitual de las mañanas. Se debió a la segunda huelga general que secundaron los trabajadores estatales, del sector bancario, del comercio, de la educación, del transporte contra las políticas del Gobierno.
Los trenes y el metro no funcionaban. También, se cancelaron y reprogramaron la gran mayoría de los vuelos nacionales e internacionales. En las calles, todo indicaba que parecía un día domingo o un día feriado, pero no, era un día hábil marcado por la segunda huelga general convocada por las principales centrales sindicales del país contra las políticas del presidente Javier Milei.
Los sindicatos celebraron el impacto de la protesta a escala nacional. Los trabajadores afirman que Milei debe retroceder en cuanto a sus planes de reforma laboral y de austeridad.
Para el Gobierno, el paro convocado por sindicatos identificados con el peronismo y la izquierda es un acto político.
Sin embargo, desde la calle, le recuerdan al Gobierno sobre esta crisis que azota a los argentinos, y aseguran que ellos no pueden aguantar más.
Los sindicatos amenazan con seguir con las huelgas. El Gobierno insiste en que sus reformas son necesarias para sanar la economía. Pero, un eventual impacto positivo de sus medidas, si es que hay algunos, tardarían mucho en producirse.
La Comisión Económica para América Latina y el Caribe, pronosticó un retroceso de 3,1% de la economía argentina para este año. Una caída a contracorriente del continente que tendrá una expansión del 2,1%. Los días difíciles de Milei no van a terminar pronto.
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