Las medidas tomadas para acorralar a los grupos terroristas que operan en la península suponen un trastorno para sus habitantes, muchos de los cuales han tenido que abandonar sus casas.
Más de 1300 familias residentes en el norte del Sinaí han asistido a la destrucción de sus hogares desde enero de 2014. Fue entonces cuando las autoridades egipcias iniciaron un plan de evacuación de la zona limítrofe con la Franja de Gaza.
El Gobierno esperaba que la medida redujera el poder destructivo en la península de grupos terroristas como Ansar Beit al-Maqdis, que pese a todo continúan asesinando a civiles y a miembros de las fuerzas de seguridad. Esta y otras políticas hasta ahora fallidas complican la vida de los habitantes de la zona.
Activistas de derechos humanos han documentado sobre el terreno las quejas de los vecinos del norte del Sinaí que se sienten atrapados entre el azote del terrorismo y la actuación de las autoridades. A los estragos causados por la demolición de viviendas, el toque de queda o los cortes de agua y luz se añade la posibilidad de acabar entre rejas.
En las calles del país reina la confusión sobre la autoría de unos ataques que se suceden prácticamente a diario. La inestabilidad angustia a los ciudadanos aunque no todos opinan lo mismo de las decisiones gubernamentales.
Las medidas antiterroristas que se aplican en el Sinaí han perturbado la vida de sus habitantes sin lograr sus objetivos. Sólo en el primer trimestre de este año 174 egipcios han muerto y más de 600 han resultado heridos en ataques perpetrados en todo el país, según datos de una Organización No Gubernamental (ONG) local que ha calificado al Sinaí como "la región más sangrienta".
Rocío López, El Cairo.
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