Gritos, lágrimas y desesperación es lo que se oye al llegar una balsa a la orilla de la isla de Lesbos. Refugiados que llevan semanas navegando en su travesía hacia Europa, desafiando bajas temperaturas.
Fuera del agua, son los socorristas y voluntarios, los que se ocupan de la atención sanitaria primaria de los refugiados.
Están hartos de despertar cada día bajo los bombardeos. La guerra en sus países de origen ha ocasionado que se jueguen la vida, no les ha quedado otro remedio a los refugiados.
Según la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados, Europa cerró el 2015 con la llegada de más de un millón de refugiados por mar. De los llegados a lo largo de este año, 25 por ciento fueron niños, 17 por ciento mujeres y 58 por ciento hombres.
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