Por: Roya Pour Bagher *
“La realidad es que tenemos enemigos comunes y podemos desempeñar un papel fundamental en la seguridad regional”, declaró recientemente Abu Mohammad al-Golani, líder del régimen de HTS en Siria y autoproclamado presidente, a una publicación judía en Damasco, al referirse al futuro de las relaciones del país árabe con el régimen israelí.
Los llamados “enemigos comunes” parecen no ser otros que el Eje de la Resistencia. Esto quedó en evidencia cuando las autoridades del régimen de HTS arrestaron a dos altos cargos del grupo de Resistencia palestina Yihad Islámica, tras la prohibición impuesta por Estados Unidos a los grupos palestinos, así como por los ataques mortales perpetrados por fuerzas de HTS en la frontera con Líbano.
Durante un encuentro con el presidente francés Emmanuel Macron en el Palacio del Elíseo, Al-Golani sugirió un posible alejamiento de la histórica postura de Siria contra la normalización con Israel.
Este giro fue confirmado explícitamente el 6 de diciembre de 2024, cuando un comandante del régimen de HTS declaró en una entrevista que están abiertos a entablar amistad con Israel y que sus únicos enemigos son el expresidente sirio Bashar al-Asad, el Movimiento de Resistencia Islámica de El Líbano (Hezbolá) y la República Islámica de Irán.
Esto plantea una pregunta inevitable: ¿Es Siria ahora un Estado verdaderamente libre o una mera marioneta moldeada con cuidado y astucia por Washington?
Siria ha sido durante mucho tiempo el epicentro de los conflictos geopolíticos en Asia Occidental. Las potencias occidentales la han retratado constantemente como una nación en lucha por la “libertad”, incluso mientras orquestaban su desestabilización para avanzar sus propios intereses estratégicos y turbios en la región.
Para Occidente, una Siria fracturada —o la caída del gobierno de Al-Asad, elegido democráticamente— ha significado siempre tres objetivos fundamentales: cortar el suministro de armas a los movimientos de Resistencia palestinos y libaneses (debilitando así al Eje de la Resistencia), saquear los recursos petroleros y gasíferos sirios, y facilitar el proyecto colonial asentador del régimen sionista.
La importancia geopolítica de Siria no puede subestimarse, y su alineamiento político ha moldeado las dinámicas de poder regionales durante décadas.
Consciente del papel estratégico de Siria y de su capacidad para resistir la injerencia occidental y los objetivos imperialistas, Estados Unidos y sus aliados financiaron y entrenaron a grupos “opositores” hostiles, presentándose como defensores de la libertad —su consigna preferida para justificar agendas imperialistas en el país árabe y más allá.
Según el exembajador de EE.UU. en Siria, Robert S. Ford, Estados Unidos gastó al menos 12 000 millones de dólares en esfuerzos militares y civiles en Siria solo entre 2014 y 2017.
Estos fondos respaldaron operaciones militares y una ayuda humanitaria politizada, que se destinó exclusivamente a zonas controladas por la “oposición”. En otras palabras, al menos 12 000 millones de dólares —además de los gastos previos— se derrocharon con el objetivo de provocar un cambio de régimen en el país.
Es fundamental señalar que EE.UU. y sus aliados no solo financiaron a grupos armados que perpetraron actos terroristas en Siria, también impusieron sanciones que devastaron la economía siria, afectando directamente la vida de civiles inocentes.
Un informe de Naciones Unidas revela que la crisis económica derivada de las sanciones occidentales fue uno de los principales motores de la pobreza en Siria, empujando al 82 % de la población a una situación de extrema precariedad.
Siria ha servido como un canal clave para el suministro de armas y apoyo logístico a los movimientos de Resistencia en la región. Una Siria colapsada significa un golpe al respaldo que reciben Hezbolá y los grupos palestinos, limitando así su capacidad de resistencia frente a la expansión sionista.
Es ampliamente conocido que el régimen israelí persigue sus intereses en una Siria fragmentada e inestable. Inmediatamente después de la caída del gobierno de Al-Asad, el mundo fue testigo de la ocupación ilegal por parte de Israel de 400 kilómetros cuadrados de territorio sirio, mientras la comunidad internacional permanecía pasiva.
No se observó ninguna acción por parte de Al-Golani ni de su régimen para desafiar o resistir esta apropiación ilícita de tierra siria, ni tampoco reaccionaron cuando Israel bombardeó instalaciones militares sirias que podrían haber fortalecido las capacidades militares de HTS en el futuro.
Mientras tanto, los defensores del cambio de régimen y los partidarios de HTS afirmaban que una “Siria libre” conduciría a una “Palestina libre”. Sin embargo, la realidad ha sido exactamente la opuesta, y el silencio de estos mismos defensores resulta hoy tan abrumador que se vuelve casi palpable.
Como advirtió recientemente el analista político estadounidense Jeffrey D. Sachs en el Foro de Diplomacia de Antalya, la guerra en Siria no se originó con Bashar al-Asad, sino que “vino de Washington”.
Sachs explicó además el deseo del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, de moldear Asia Occidental “a imagen de Israel”, lo que implica derrocar a cualquier país que se oponga a la ocupación y expansión ilegal del régimen, en consonancia con su proyecto del “Gran Israel”.
La operación a la que Sachs se refería fue denominada “Timber Sycamore”, mediante la cual se entrenó a temidos terroristas takfiríes —incluido HTS— para derrocar a Al-Asad, provocando cientos de miles de muertes civiles y la destrucción de la infraestructura del país.
Ya sea por vías militares, económicas o diplomáticas, las potencias occidentales han intervenido sin cesar en el rumbo de Siria para promover sus propios intereses a costa de la paz y estabilidad regional.
Y todos estos hechos —y muchos más— se entrelazan para evidenciar una sola realidad: Siria ha sido, desde siempre, una pieza en el tablero de ajedrez jugado por las potencias occidentales y sus aliados árabes para consolidar su dominio en la región.
* Roya Pour Bagher es escritora radicada en Teherán.
Texto recogido de un artículo publicado en Press TV.