Figuras destacadas como el conocido director Abás Kiarostami aseguran la presencia constante del cine iraní entre los mejores del mundo, y es común encontrar películas iraníes en listas de las mejores películas de la historia.
Sin embargo, existe un director iraní que dejó una huella especialmente significativa en el lenguaje narrativo y visual de la República Islámica en sus primeros años, y cuya figura es prácticamente desconocida fuera del país.
Morteza Avini (1947-1994) logró, a través de sus obras cinematográficas, en particular su documental titulado Revayate Fath (Crónica del Triunfo) sobre la guerra impuesta por el exrégimen baasista de Irak contra Irán, establecer un nuevo estilo de cine en sintonía con la visión política de la República Islámica.
Revayate Fath comenzó a ser transmitido en la televisión nacional en 1986, seis años después del inicio de la guerra, y gracias a su emisión semanal, se convirtió en la ventana a través de la cual la mayoría de Irán contemplaba la guerra y sus consecuencias. La transmisión semanal de la serie ofrecía una experiencia colectiva a su audiencia, llevándolos a sentir que eran parte de la lucha por una misma causa y en contra de un enemigo común.
Morteza Avini es considerado el principal teórico del cine de la Defensa Sagrada y una figura destacada entre sus fundadores. Su enfoque cinematográfico se destaca como uno de los mejores ejemplos de una visión política que buscaba la autonomía y la ruptura con Occidente a nivel visual y narrativo.
En este sentido, se puede decir que Avini fue inspirado por la obra del escritor iraní Yalal Ale Ahmad, en particular su libro de 1962, Qarbzadegi —traducido al español como Occidentosis: una plaga de Occidente—. En este libro, Ale Ahmad sostenía que Irán y el Islam estaban siendo objeto de un ataque ideológico, político y material por parte de Occidente, y abogaba por la unidad en torno a una “identidad iraní e islámica” como solución.
Fue este enfoque el que inspiró a Avini a sostener que, aunque el cine es una “tecnología occidental”, debería adoptarse para reflejar las necesidades de la Revolución Islámica. Es precisamente debido a esta necesidad de plasmar lo político en el cine que la obra de Avini, en particular su “Crónica del Triunfo”, se considera uno de los productos culturales más destacados de la Revolución y del islamismo iraní.
Su labor política fue tal que para muchos autores, Avini es uno de los mayores responsables de la puesta en circulación del significante “mártir” durante los años de la guerra impuesta por Irak. En otras palabras, Avini ayudó a que ese significante, que tenía unas implicaciones políticas nuevas dada la coyuntura del país, se movilizase entre la inmensa mayoría de los iraníes. Al lograr esa movilización se logró, por ejemplo, que la guerra fuese vista desde una tradición epistémico-discursiva islámica que no tenía nada en común con la visión secular de la misma.
Para comprender la islamización del cine de Avini, es fundamental considerar sus conexiones políticas, en particular su adhesión a los principios políticos establecidos por el Imam Jomeini, el fundador de la República Islámica. Cuando Avini, a través de sus documentales, ve la guerra desde la perspectiva del antagonismo entre batil —falsedad—, y haqq —verdad—, esto refleja la visión política del Imam Jomeini, quien consideraba que la lucha contra el régimen Pahlavi se enmarcaba en el mismo horizonte epistémico. Es decir, no se trataba simplemente de una lucha de liberación nacional en términos seculares, sino de una necesidad política de desmantelar un sistema ilegítimo —batil—, basado en el supremacismo ontológico occidental.
Ambos, Avini y el Imam Jomeini, compartían una visión política-ontológica similar que situaba a Dios en lo más alto de la jerarquía ontológica, eliminando así cualquier jerarquía ontológica entre los seres humanos. Esta perspectiva se reflejaba en la forma en que Avini y su equipo trabajaban. Todos los miembros de su equipo recibieron formación no solo en técnicas cinematográficas, sino también en la ideología revolucionaria chií. Avini insistía en que si no estaban motivados e instruidos ideológicamente, el equipo no podría percibir la “verdad” divina de la guerra y, en lugar de eso, crearía películas que retratarían su dura realidad.
Avini entrenó a su equipo para que se fundiera con los combatientes. Vestían la misma ropa y en general compartían la misma ideología. Durante días, dormían en el mismo lugar que los combatientes, comían la misma comida y se enfrentaban al mismo enemigo, pero en lugar de armas, llevaban cámaras.
Se puede decir, por tanto, que tanto los voluntarios basiyíes, como el equipo de Avini cumplían con una misma misión: materializar los principios políticos sobre los que se sustenta la República Islámica.
Dada toda la explicación anterior, no es sorprendente que la figura y la obra de Morteza Avini no sean conocidas fuera de Irán. Su cine se desarrolla en narrativas y construcciones políticas que no se ajustan a una visión convencional de lo político, como se percibe desde el paradigma secular. Avini no es un director de fácil comprensión. Sus referencias visuales, poéticas y políticas, así como la propia estructura de su trabajo, que se realiza de manera no lineal —lo que guarda relación con la diferencia entre el tiempo lineal occidental y el tiempo divino del Islam—, hacen que sea un director difícil de asimilar para el público occidental. En resumen, es un director incómodo debido a su compromiso en la consolidación visual y política de la República Islámica.
Por: Xavier Villar