La agotada caravana de migrantes reanuda su caminata antes del amanecer. El primer grupo de migrantes, llevando solo una bolsa o una mochila, algunos con niños, se acerca a la Ciudad de México. Están hartos de viajar en el calor y dormir en el suelo. Mientras avanzan hacia el norte, muchos intentan viajar en la parte trasera de camionetas y remolques de carga para revitalizarse.
Por otra parte, la segunda caravana de migrantes, que entró México el pasado lunes, ya llegó al estado sureño de Chiapas y el tercer grupo, que está integrado en su mayoría por salvadoreños, permanece ahora en Domínguez, ubicado sobre la carretera que lleva a Tapachula, en Chiapas. Todos dicen que se vieron obligados a tomar la difícil decisión de abandonar sus hogares, para huir de la pobreza y violencia en sus países y encontrar un trabajo para sobrevivir.
Los integrantes de la caravana, procedentes de Honduras, El Salvador y Guatemala, si consiguen terminar el horrible trayecto, se enfrentarán a su mayor desafío al llegar a la frontera estadounidense, ya que Trump ha amenazado con movilizar hasta 15 000 de efectivos para impedir el paso de los migrantes a esa nación. Además, para darles a entender que no son bienvenidos al suelo estadounidense, Trump no ha escatimado esfuerzos en fortificar su frontera con México con lo que llamó “el bonito alambre de púas”.
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