Perú cumplió un sueño el miércoles. Un sueño atesorado con indesmayable pasión desde hace 36 años: clasificar a un Mundial de fútbol. La última vez que una selección inca participó fue España-1982. La victoria ante Nueva Zelanda asoma hoy como una epifanía.
No es una paradoja que Perú lo haya alcanzado accediendo con el último cupo de los 32 en disputa para Rusia-2018. Perú está culturalmente acostumbrado a sufrir hasta el final un partido para conseguir un objetivo.
La catarsis colectiva que ha desatado la clasificación es un hecho sin precedentes para una generación y media de peruanos, que acumuló frustraciones y golpes a la autoestima en las últimas tres décadas.
El boleto a Rusia tiene el efecto de un poderoso tónico reconstituyente para un país que se resignó a ver por televisión los Mundiales desde el de México-1986.
En todo Perú, los fanáticos salieron a las calles para mostrar su alegría por el sueño alcanzado y celebrar su histórica llegada a Rusia 2018.
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