El terremoto dejó 300 muertos, más de 5000 personas evacuadas y daños de miles de millones de euros. Como quería que fuera una visita privada, sin asedio de cámaras y legiones de periodistas, Francisco, que llegó desde el Vaticano en un simple Volkswagen Gol con vidrios oscuros a Amatrice -que queda a 139 kilómetros de Roma, en provincia de Rieti-, sorprendió a todo el mundo con su visita.
En el Angelus del 28 de agosto pasado, cuatro días después del terremoto, Francisco había asegurado que iría a las zonas afectadas "apenas posible, para llevarles de persona el consuelo de la fe, el abrazo del padre y hermano y el sostén de la esperanza cristiana".
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