Con efectivos de la Guardia Nacional estadounidense en las calles de Charlotte, este de EE.UU., la alcaldía de la ciudad decretó el jueves un toque de queda mientras la policía lanzaba gases lacrimógenos para dispersar a manifestantes, que por tercera noche consecutiva protestan por la muerte de un hombre afroamericano a manos de la Policía.
El pasado miércoles con la muerte del ciudadano de raza negra Keith Lamont Scott, de 43 años, en Charlotte (estado de Carolina del Norte), se encendía de nuevo las tensiones raciales que últimamente sufre la sociedad norteamericana auspiciada por una brutalidad policial en este país.
La alcaldía de la ciudad anunció que la entrada en vigor del toque de queda era a partir de la medianoche hasta las 6 de la mañana, y esta medida se mantendrá hasta que se levante el estado de emergencia declarado por el Gobernador del estado, o bien hasta que se revoque por parte de las autoridades policiales.
Las fuerzas de seguridad utilizaron gases lacrimógenos para dispersar a un grupo de personas que bloqueaban una de las principales autopistas de la ciudad. La represión policial hizo que los manifestantes se retirasen de la zona en medio de disparos de balas de goma.
En el centro de la ciudad, cientos de manifestantes caminaban coreando consignas en un ambiente de calma y portaban pancartas en las que se leían mensajes como “Dejen de matarnos” o “La resistencia es bella”, porque a pesar del toque de queda impuesto, muchos continuaban movilizados en las calles de la localidad estadounidense bajo la atenta mirada de efectivos de seguridad.
El departamento de Policía a su vez informaba que varios centenares de efectivos adicionales de las fuerzas del orden se habían sumado para evitar que se repitiese los saqueos de las dos noches anteriores.
En la tercera noche consecutiva de protestas, 44 persona fueron detenidas, un manifestante murió por recibir un disparo de bala de procedencia desconocida, y dos policías resultaron levemente heridos.
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