Aunque en la lista se veía nombre de personas afiliadas a Al-Qaeda, el destacado clérigo chií fue condenado a la pena capital por defender los derechos de los prisioneros y desobedecer a la familia real.
La ejecución de Al-Nimr desató una masiva ola de protestas en las comunidades chiíes.
Fuera del país Arabia Saudí seguía con su campaña de bombardeos contra el vecino Yemen. Con el pretexto de luchar contra los detractores del expresidente fugitivo del país, Riad mató en 2016 a miles de civiles yemeníes y destruyó su país.
En junio, Amnistía Internacional (AI) y Human Rights Watch (HRW), en una declaración conjunta condenaron las violaciones graves y sistemáticas de los derechos humanos de Arabia Saudí tanto dentro como fuera del país y pidieron a la ONU suspender la pertenencia de Riad al Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas (CDHNU).
A principios de julio el nombre de Arabia Saudí volvió a destacar en las noticias por 4 ataques suicidas registradas en tan sólo un día en el país. El más mortífero tuvo lugar ocurrió cerca de la principal mezquita de la ciudad santa de Medina.
Económicamente, 2016 fue un año difícil para Arabia Saudí. En abril Riad aprobó un ambicioso plan de reformas en el marco de la crisis económica. Las reformas incluían privatizaciones y recortes en los subsidios.
En septiembre decidió recortar los salarios de los ministros y otros funcionarios públicos de hasta un 20 por ciento.
En noviembre, el ministro saudí de finanzas admitió que su país debe miles de millones de dólares a empresas privadas y hay decenas de miles de trabajadores que llevan meses sin cobrar su salario.
Los problemas se debían a la drástica caída del precio del petróleo, la principal fuente de ingresos del país, y el aumento de gastos militares en Yemen y Siria. Aún así en todo 2016 Arabia Saudí no aceptó reducir la producción del petróleo y así siguió lastrando el precio del crudo.
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